Isaac y el misterio del mediodía



Era un hermoso día de primavera cuando Isaac salió del colegio a las 12 de la mañana. Con su mochila al hombro y una sonrisa de felicidad, disfrutaba del clima fresco. Sin embargo, no sabía que ese día, lo inesperado lo aguardaba más allá de la puerta del colegio.

Mientras caminaba hacia su casa, Isaac notó que una sombra se acercaba. Era Anabelle, una compañera que siempre estaba a su lado durante el recreo. Pero había algo extraño en su mirada.

"Hola, Isaac. ¿Te gustaría jugar?" - preguntó Anabelle, con una voz melodiosa pero ligeramente inquietante.

"Claro, Anabelle. ¿A qué jugamos?" - respondió Isaac, curioso.

De repente, Anabelle frunció el ceño y su rostro comenzó a retorcerse. En un abrir y cerrar de ojos, se transformó en un pequeño demonio con cuernos y una cola puntiaguda.

"¡Sorpresa!" - gritó el demonio, mientras Isaac retrocedía asustado.

Isaac nunca había visto algo así. Sin embargo, en su corazón, sabía que no podía dejar que el miedo lo dominara.

"No me asustas, Anabelle. Eres solo un amigo disfrazado. ¡Es hora de dejar la broma!" - exclamó Isaac con valentía.

El demonio se detuvo, confundido.

"¿Amigo? ¿No te asusta lo que ves?" - preguntó, mientras su figura cambiaba, volviendo a ser Anabelle.

"Para nada. Un amigo nunca debe asustar a otro. Siempre debemos jugar justo y con respeto." - respondió Isaac.

Anabelle sonrió, y se dio cuenta de que a veces el miedo puede ser solo una ilusión. Pero en ese momento, un llanto lejano llegó a sus oídos. Ambos se miraron, inquietos.

"¡Es La Llorona!" - susurró Anabelle, asombrada. El llanto se hacía más fuerte y un escalofrío recorrió el ambiente.

Isaac tomó la mano de Anabelle y comenzaron a correr, pero de pronto, una monja apareció delante de ellos.

"¿Adónde van tan apurados, niños?" - preguntó la monja, con una mirada firme.

"¡La Llorona viene!" - gritó Anabelle, con miedo en los ojos.

La monja sonrió, pero no era una sonrisa amistosa.

"Si te quedas quieto y no haces ruido, tal vez te deje pasar." - dijo, extendiendo su mano como si hubiera lanzado un hechizo.

Isaac, recordando lo que siempre le decía su madre sobre las situaciones difíciles, decidió ser valiente nuevamente.

"¡No vamos a quedarnos quietos!" - exclamó Isaac, desafiando a la monja. "Siempre hay un camino para escapar del miedo, y estamos decididos a encontrarlo. ¡Ven, Anabelle!"

Por arte de magia, el llanto de La Llorona comenzó a transformarse en risas. Al mirar hacia atrás, Isaac vio que el demonio, la llorona y la monja habían perdido su poder.

"¿Qué está pasando?" - preguntó Anabelle, asombrada.

"Creo que el miedo se desvaneció porque decidimos enfrentarlo juntos. No hay demonio, ni llorona, ni monja que pueda atraparnos si nos apoyamos mutuamente" - sonrió Isaac, llenándose de confianza.

Ambos comenzaron a saltar y a reír, y encajaron en un divertido juego improvisado, donde el miedo se convirtió en alegría. Al poco tiempo, el llanto se transformó en un eco lejano y las sombras se disiparon.

Isaac y Anabelle continuaron su camino a casa, con el corazón ligero y lleno de risas. Desde ese día, y aunque lo que sucedió parecía un recuerdo extraño, entendieron que siempre existe un camino para convertir el miedo en amistad y diversión, mientras se apoyen mutuamente.

"Vamos a contarle a todos sobre nuestra aventura. ¡Seguro que les va a encantar!" - exclamó Anabelle entusiasmada.

"¡Si! Juntos somos más fuertes, ¡siempre!" - respondió Isaac, mientras se alejaban a dar cuenta de su increíble día.

Y así, Isaac y Anabelle aprendieron que el verdadero valor se encuentra en enfrentar el miedo, y que la amistad puede convertir cualquier situación en una hermosa aventura.

FIN.

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