Isabel, Cristina y el gran día de clases
Era un hermoso día de sol, y los pájaros cantaban alegremente en el parque. Isabel y Cristina, dos amigas inseparables, se encontraban sentadas en una banca, mirando nerviosas el edificio de la nueva escuela que les esperaba. Hoy era el primer día del cole, y ambas estaban un poco preocupadas.
"Ay, Cristina, no sé si me va a gustar el colegio. ¿Y si no hago amigos?" - decía Isabel, mientras acariciaba su mochila con dibujos de unicornio.
"Yo tampoco estoy segura... ¿y si la maestra es muy estricta?" - replicó Cristina, mordiéndose un labio con incertidumbre.
Las dos se miraron y, a pesar de las nervios que sentían, decidieron que tenían que hacer algo al respecto. Isabel sacó un papel y un lápiz de su mochila.
"¡Tengo una idea! ¿Y si hacemos un plan para nuestro primer día?" - sugirió, mientras comenzaba a escribir.
Cristina, intrigada, se inclinó hacia Isabel y preguntó:
"¿Qué tipo de plan?"
"Primero, podríamos decir 'hola' a todos. Nunca se sabe quién podría ser un buen amigo. Luego, en el recreo, podemos jugar juntas y si hay más chicos, los invitamos a jugar. ¡Y recuerda, hay que ser valientes!" - dijo Isabel, con su entusiasmo creciendo a medida que hablaba.
"Me gusta, pero lo de ser valientes no es tan fácil..." - contestó Cristina, todavía un poco nerviosa.
"Es verdad, pero mira, si nos apoyamos mutuamente, va a ser más fácil. Además, no somos las únicas nuevas. Hay otros chicos también que sienten lo mismo que nosotras" - aseguró Isabel.
Con esa idea rondando en sus cabezas, las chicas se decidieron a entrar al colegio. Cuando cruzaron la puerta, se encontraron con un bullicio de voces y risas. En el aula, conocieron a su maestra, la señora Ana, que rápidamente se presentó con una sonrisa radiante.
"Hola, chicos. ¡Bienvenidos a la escuela! Esto va a ser una gran aventura para todos ustedes." - dijo la señora Ana, y con eso, Isabel y Cristina sintieron un poco de calma.
El primer recreo llegó rápido, y las dos amigas, todavía un poco nerviosas, miraban a todos los niños que jugaban en el patio.
"No sé si anotar a más amigos es una buena idea..." - dijo Cristina, dudando de su plan.
"Pero, ¿y si no lo intentamos? No sabremos nunca si podemos hacer nuevos amigos..." - contestó Isabel.
Finalmente, decidieron acercarse a un grupo que jugaba a la pelota.
"¡Hola! ¿Podemos jugar con ustedes?" - preguntó Isabel, con la voz un poco temblorosa.
Los chicos del grupo se miraron y sonrieron.
"¡Claro! Vamos a jugar todos juntos." - dijo un niño que resultó ser Tomás.
Isabel y Cristina se unieron al juego, y enseguida se olvidaron de sus miedos. Corrieron, rieron, y jugaron a atrapar la pelota. La hora pasó volando y cuando sonó el timbre, ambas estaban sudadas y felices.
"No puedo creerlo, ¡me divertí mucho!" - dijo Cristina, con una gran sonrisa.
"Y ni hablar, hicimos nuevos amigos. El cole no es tan malo después de todo. ¡Mirá qué bien somos en el juego!" - respondió Isabel, entusiasmada.
Con el tiempo, Isabel y Cristina se dieron cuenta de que el colegio era un lugar lleno de aventuras. Días después, cada vez que se sentían un poco preocupadas, recordaban su primer día juntas y cómo, siendo valientes, lograron abrirse al mundo.
"Nunca dejemos de ser valientes, ¿sí?" - propuso Cristiana un día durante el almuerzo.
"¡Sí! Ser valientes es nuestro nuevo lema. ¡Vamos a afrontar lo que venga!" - exclamó Isabel.
Así, las dos amigas no sólo aprendieron a disfrutar del colegio, sino que también comprendieron el valor de la amistad y la importancia de ser valientes ante lo desconocido. Y cada día fue una aventura que esperaban con emoción.
Y así terminó su primer día de clase. ¡Había sido un gran comienzo!
Al final, la valía de las dos amigas y su deseo de enfrentar lo desconocido con determinación y apoyo mutuo las llevó a vivir momentos mágicos y significativos en el cole y más allá.
FIN.