Isabel y las Colombinas Mágicas



Era una soleada mañana de diciembre, Isabel, una niña de seis años con ojos alegres y cabello rizado, miraba por la ventana de su casa. La Navidad estaba cerca y el aire festivo la llenaba de emoción. Decidió que quería hacer algo especial para compartir con su familia y amigos.

- ¡Ya sé! -exclamó con una sonrisa-. Voy a hacer colombinas de chocolate.

Isabel corrió hacia la cocina donde su mamá tenía guardados todos los ingredientes. Había chocolate, palitos, empaques coloridos y hasta algunos frutos secos como maní y nueces.

- ¿Puedo usar esto, mamá? -preguntó mientras señalaba todos sus materiales.

- Claro, mi amor, pero primero debemos planearlo bien -respondió su mamá, apoyando su mano sobre el hombro de Isabel.

Entonces, comenzaron a hacer un boceto del diseño de las colombinas. Isabel quería que fueran diferentes: unas con chispitas de colores y otras con maní y nueces.

- ¡Vamos a hacerlas mágicas! -dijo Isabel, llena de entusiasmo. - Cada colombina tendrá un deseo especial adentro.

Su mamá sonrió y le dijo: - Me parece una idea hermosa, Isabel. Al final de cada colombina, podemos poner un pequeño papelito que tenga un deseo navideño.

Isabel se puso manos a la obra. Mientras derretía el chocolate, pensó en lo que quería que todos desearan. El chocolate comenzaba a tomar forma y, con la ayuda de su mamá, llenaron los moldes. Pero justo cuando estaba a punto de añadir los deseos, ocurrió algo inesperado.

- Mamá, ¡no tengo papelitos! -gritó Isabel.

- No te preocupes, mami tiene una idea -dijo mientras buscaba en el cajón de las manualidades. Encontró algunas tarjetitas de colores.

- ¡Bien hecho! -dijo Isabel mientras se sentía aliviada.

Después de escribir los deseos, Isabel se dio cuenta de que podía hacer algo más con sus colombinas.

- ¡Mamá! ¿Y si vendemos algunas para ayudar a los que más lo necesitan? -preguntó emocionada.

- ¡Esa es una idea maravillosa! Creo que muchas personas van a querer comprar tus dulce deseos -respondió su mamá con orgullo.

Así que Isabel decidió organizar una venta de colombinas en su barrio. Hicieron un cartel que decía "Colombinas Mágicas de Isabel: Endulza tu Navidad y cumple un deseo".

El día de la venta llegó y, con buenos ánimos, Isabel se sentó en una mesita afuera de su casa, con todas sus colombinas expuestas. La gente comenzó a acercarse, atraída por el olor dulce del chocolate. Cada vez que alguien compraba, Isabel les explicaba la idea detrás de sus colombinas.

- ¡Esto es increíble! -dijo un vecino mientras probaba una. - ¡Me encanta!

- ¡Gracias! -sonrió Isabel-. Cada bocado viene con un deseo especial.

Las ventas comenzaron a crecer y, al final del día, Isabel se sintió muy feliz. Gracias a la generosidad de todos, recolectó una gran suma de dinero.

- ¡Mamá! -gritó al llegar a casa- ¡Vendí muchas colombinas!

Su mamá la abrazó fuerte. - Estoy tan orgullosa de vos, Isabel. ¿Qué harás con el dinero?

Isabel pensó un momento. - Quiero comprar juguetes y alimentos para donar a los niños que no tienen tanto. -

Y así Isabel se convirtió en una pequeña emprendedora. Su negocio no solo alegró a la gente del barrio, sino que también trajo sonrisas a quienes más lo necesitaban. Esa Navidad, en lugar de solo recibir regalos, Isabel aprendió sobre compartir y la verdadera magia de dar.

Cuando llegaron las festividades, su corazón se sintió tan lleno por haber ayudado a los demás. Isabel nunca olvidará que la felicidad se multiplica cuando se comparte con amor.

FIN.

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