Isabella y el baile de la superación



Isabella era una adolescente de 13 años que, como muchos de su edad, estaba experimentando grandes cambios en su cuerpo y en su vida. A pesar de su inteligencia y amabilidad, le costaba hacerse amigos en la escuela. Se sentía insegura y a menudo se comparaba con las demás chicas, lo que le generaba muchos miedos e inseguridades. Sin embargo, todo eso cambiaría en el baile de la escuela. Isabella se preparó con entusiasmo para la gran noche, pero a medida que se acercaba la fecha, sus miedos aumentaban.

- Mamá, ¿crees que debo ir al baile? No conozco a mucha gente y no creo que alguien quiera bailar conmigo - le confesó con tristeza a su madre.

- Claro que debes ir, Isabella. Será una gran oportunidad para ti. Además, te aseguro que encontrarás a alguien con quien bailar. Solo tienes que confiar en ti misma y ser tú misma. Y no olvides que siempre estaré aquí para apoyarte - respondió su madre con cariño mientras le daba un abrazo reconfortante.

Isabella se sintió un poco aliviada por las palabras de su madre, pero seguía preocupada. Sin embargo, decidió seguir adelante y asistir al baile. Cuando llegó, se dio cuenta de que muchos de sus compañeros estaban igual de nerviosos que ella. Eso la reconfortó un poco, pero aún así no se atrevía a acercarse a nadie. Fue entonces cuando vio a Lucas, un chico de su clase que siempre le había parecido muy simpático.

- Hola, ¿estás sola? - le preguntó Lucas con una sonrisa amigable.

Isabella se sorprendió por el gesto de Lucas y respondió tímidamente: - Sí, un poco. No conozco a mucha gente aquí.

- ¡Genial! Justo estaba pensando en venir a saludarte. ¿Quieres bailar conmigo? - dijo Lucas extendiéndole la mano.

Isabella no podía creerlo. Estaba a punto de bailar con su compañero de clase más simpático y popular. Se agarró a su mano y juntos se dirigieron a la pista de baile. Bailaron, rieron y charlaron como si se conocieran de toda la vida. Isabella se sentía feliz y en paz, pero en el fondo, seguía preocupada por su falta de confianza en sí misma. Al día siguiente, le contó a su madre emocionada cómo había sido la noche, pero también le confesó que no sabía cómo hacer para superar sus miedos. Su madre la escuchó atentamente y decidió buscar algo que pudiera ayudar a su hija.

FIN.

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