Isabella y el Encanto de los Pájaros del Bosque
Isabella caminaba lentamente de regreso a la casa de su abuelo, con los pájaros revoloteando alegremente a su alrededor. Había sido un día mágico en el bosque, lleno de aventuras y descubrimientos.
Sin embargo, ahora se sentía triste por tener que dejar atrás a sus nuevos amigos alados. Al llegar a la casa de su abuelo, Isabella suspiró y se dejó caer en el columpio del jardín.
Los pájaros se posaron en las ramas cercanas, como si también sintieran la tristeza de la niña. "¿Qué te pasa, Isabella?" -preguntó su abuelo saliendo al jardín con una sonrisa cálida. "Me da pena tener que irme... extrañaré a los pájaros", respondió Isabella con voz apagada.
Su abuelo se sentó a su lado en el columpio y le acarició la cabeza con ternura. "Los recuerdos que has creado hoy nunca desaparecerán, querida.
Y siempre puedes volver al bosque para visitar a tus amigos plumíferos". Isabella asintió lentamente, sintiendo un nudo en la garganta pero también una chispa de esperanza en su corazón. Esa noche, mientras cenaban en la mesa familiar, Isabella compartió emocionada todas las maravillas que había vivido durante el día.
Su abuelo escuchaba atentamente cada palabra y le dedicaba una mirada llena de orgullo. "Nunca subestimes el poder de la naturaleza para sanar el alma", dijo el abuelo con sabiduría.
"Los pájaros te han regalado momentos especiales que llevarás contigo siempre". Isabella sonrió y asintió. Sabía que tenía razón; los pájaros le habían enseñado sobre amistad, libertad y conexión con la naturaleza.
Antes de irse a dormir esa noche, Isabella salió al jardín para despedirse de sus amigos emplumados. Los pájaros cantaron melodías dulces mientras ella les prometía volver pronto. Y así fue como Isabella aprendió que aunque las despedidas duelen, los recuerdos y las experiencias compartidas siempre perduran en lo más profundo del corazón.
Y supo también que nunca estaba realmente sola cuando tenía amigos tan especiales como aquellos simpáticos pajaritos del bosque.
FIN.