Isabella y el lápiz mágico
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Isabella. Desde muy temprana edad, Isabella descubrió su pasión por la danza y el arte.
Cada tarde, después de terminar sus tareas escolares, se dirigía al patio trasero de su casa para bailar al ritmo de la música que ella misma imaginaba. Isabella era una niña talentosa no solo en la danza, sino también en el dibujo.
Tenía un lápiz mágico que le permitía crear obras maestras con tan solo un trazo. Sus dibujos eran tan hermosos y llenos de vida que parecían cobrar vida propia.
Un día, mientras Isabella estaba ensayando uno de sus bailes favoritos bajo un árbol frondoso, escuchó unos sollozos provenientes del otro lado del jardín. Se acercó sigilosamente y encontró a Lucas, un niño triste que había perdido su juguete favorito. - ¿Qué te pasa? - preguntó Isabella con dulzura.
Lucas levantó la mirada y respondió entre lágrimas: "He perdido mi osito de peluche". Isabella se sentó junto a él y comenzó a dibujar algo en su cuaderno mágico. En pocos segundos, el osito apareció frente a ellos como si hubiera salido directamente del papel.
- Aquí tienes tu osito - dijo Isabella sonriendo. Los ojos de Lucas se iluminaron al ver nuevamente a su querido peluche y abrazándolo fuertemente exclamó: "¡Gracias! Eres increíble". Desde ese día, Lucas se convirtió en el mejor amigo de Isabella.
Juntos, exploraban su imaginación y creaban historias fantásticas a través de los dibujos que Isabella realizaba con su lápiz mágico. Cada tarde, mientras Isabella bailaba al ritmo de la música, Lucas se sentaba junto a ella y observaba maravillado.
Un día, Isabella decidió que era hora de compartir su talento con el mundo. Organizó un espectáculo de danza en la plaza del pueblo e invitó a todos sus amigos y vecinos.
El día del evento, el lugar estaba lleno de gente ansiosa por ver lo que había preparado. Isabella subió al escenario con gracia y comenzó a bailar como si flotara sobre las nubes. Sus movimientos eran tan elegantes y armoniosos que todos quedaron fascinados.
Pero lo más sorprendente fue cuando utilizó su lápiz mágico para dibujar figuras en el aire mientras seguía bailando. El público estaba cautivado por el talento de Isabella y no podían dejar de aplaudir.
Al finalizar su presentación, recibió una ovación de pie. A partir de ese momento, Isabella supo que quería dedicarse al arte y la danza para siempre. Estudió arduamente durante años hasta convertirse en una reconocida bailarina internacional.
Pero nunca olvidó sus raíces ni a las personas especiales que había conocido en aquel pequeño pueblo argentino. Siempre llevaba consigo su lápiz mágico, recordándole la importancia de compartir su talento con los demás y ser amable en cada acción.
La dulzura en sus palabras y acciones hizo que Isabella fuera admirada y querida por todos. Su historia inspiró a muchos niños y niñas a seguir sus sueños, sin importar lo imposible que parecieran.
Y así, Isabella demostró al mundo que la danza y el arte tienen el poder de unir corazones, hacer sonreír a las personas y marcar la diferencia en el mundo.
FIN.