Isabella y los Colores del Pasado



Era una mañana soleada en Buenos Aires, Isabella estaba en su aula, llena de colores, pinceles y papel. A ella le encantaba enseñar a sus alumnos sobre las maravillas del arte. Un día, mientras organizaba su material, encontró un antiguo libro de arte en una esquina del salón. Al abrirlo, un destello de luz la envolvió, y en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en un pueblo medieval, rodeada de castillos y aldeanos con vestimenta de la época.

"- ¡¿Dónde estoy? !", gritó Isabella confundida.

"- Estás en el año 1280, joven dama", respondió un anciano con barba blanca, que parecía ser el sabio del lugar. "- Bienvenida al pueblo de Cortiville. Aún no ha llegado el arte a nuestros corazones, y la gente solo trabaja en la agricultura y en la caza."

Isabella sonrió al darse cuenta de que, sin quererlo, había viajado a una época fascinante. Pero pronto comprendió que esa gente carecía de conocimientos sobre el arte, y ella sentía que debía ayudar.

"- ¿Por qué no pintan ni dibujan?", preguntó Isabella.

"- No vemos la utilidad de eso, chica. Solo lo necesitamos para nuestra vida diaria", respondió un campesino.

Isabella decidió encargarse de cambiar eso. Buscó materiales en el bosque, como piedras, hojas y tierra, para hacer pinturas naturales. Un día reunió a los niños del pueblo e improvisó una clase de arte en la plaza.

"- ¡Hola, amigos! Hoy vamos a explorar el mundo del arte. ¿Sabían que podemos pintar usando lo que nos da la naturaleza?", les explicó con entusiasmo.

Los niños la miraron con curiosidad.

"- Pero, ¿para qué sirve el arte?", preguntó una niña con trenzas.

"- El arte nos ayuda a expresar lo que sentimos y a ver la belleza del mundo. ¡Vamos a intentarlo!", dijo Isabella.

Juntos, comenzaron a dibujar criaturas mágicas y paisajes utilizando los colores que habían creado. Poco a poco, el pueblo fue floreciendo en un ambiente lleno de creatividad.

Un día, durante el festival del pueblo, Isabella presentó una obra colectiva hecha con los dibujos y pinturas de los niños. Todo el mundo quedó maravillado. Un noble que estaba de visita, el duque Alaric, se acercó a Isabella.

"- ¡Qué impresionante es esto!", exclamó el duque. "- Nunca había visto algo tan hermoso en mi vida. Tienes un gran talento, joven Isabella. ¿Te gustaría ser la educadora de arte de nuestro reino?"

Isabella se quedó sin palabras. Aceptó encantada. A partir de ese momento, comenzó a enseñar arte no solo a los niños, sino también a los adultos del pueblo. Con el tiempo, el entusiasmo por el arte creció y el pueblo de Cortiville se convirtió en un lugar de inspiración.

Los años pasaron, y un día, mientras pintaba bajo un árbol, Isabella abrió nuevamente el antiguo libro de arte.

"- Quizás ahora sea el momento de volver a casa", pensó. Al abrir una página, un nuevo destello de luz la envolvió, llevándola de regreso a su aula en Buenos Aires.

Al regresar, vio a sus alumnos esperándola con ansias. Isabella les sonrió y dijo: "- Hoy les voy a contar una increíble aventura que viví en el pasado… y cómo todos podemos ser artistas sin importar el tiempo o el lugar en el que estemos". Y así, los alumnos de Isabella se sintieron inspirados a explorar su propia creatividad, sabiendo que el arte siempre tendría un lugar especial en sus corazones.

FIN.

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