Isabella y su Aventura en el Mercado



Era una mañana brillante en Villa Esperanza. Isabella, una niña curiosa y aventurera de ocho años, se dio cuenta de que le hacía falta comprar algunas cosas para preparar una torta para el cumpleaños de su mamá.

- ¡Mamá! - gritó Isabella mientras corría hacia la cocina. - Necesito ir al mercado a comprar ingredientes.

- Claro, Isabella. Pero no solo compres lo que necesitas, también quiero que aprendas a elegir bien los productos - le respondió su mamá con una sonrisa.

Sin perder tiempo, Isabella reunió su dinero y se preparó para salir. Se puso su sombrero favorito, su mascarilla y salió con una gran bolsa de tela que su abuela le había regalado.

Mientras iba camino al mercado, se encontró con su amigo Lucas, quien estaba construyendo una piscinita de barro en su patio.

- ¡Hola, Isabella! ¿Adónde vas con esa bolsa? - le preguntó Lucas, asomando su cabeza sobre la cerca.

- ¡Voy al mercado a comprar cosas para hacer una torta! - dijo Isabella emocionada.

- ¿Me llevarás contigo? - preguntó Lucas, con los ojos brillando de entusiasmo.

- ¡Por supuesto! Cuantos más seamos, mejor será la aventura - respondió Isabella.

Ambos amigos caminaron juntos, hablando de todas las delicias que podrían hacer. Al llegar al mercado, el bullicio los envolvió. "¡Qué lugar tan increíble!", pensó Isabella. Las frutas y verduras brillaban como si estuvieran en un festival.

- Mirá, Isabella - señaló Lucas. - ¡Hay un montón de fresas!

- Sí, puedo ver que son frescas y maduras - dijo Isabella mientras se acercaba a la puestita.

En ese momento, una ancianita se acercó a ellos.

- Buenos días, chicos. ¿Buscan fresas? - les preguntó la abuelita con una dulce sonrisa.

- ¡Sí! Pero no sabemos cuál elegir - contestó Isabella, algo indecisa.

La ancianita les enseñó:

- Deben tocar la fruta, buscar las que tengan un color rojo brillante y que sean firmes al tacto.

Isabella y Lucas siguieron su consejo y al final eligieron las mejores fresas.

- ¡Gracias, señora! - exclamó Lucas mientras colocaban las fresas en la bolsa.

Siguieron explorando el mercado. Isabella se sintió entusiasmada al ver un puesto lleno de nueces y semillas.

- ¡Mirá, las nueces! - dijo Isabella.

- Pero no tenemos suficiente dinero - recordó Lucas, mirando su pequeña alcancía.

- ¿Y si hacemos un trueque? - sugirió Isabella. - Siempre he oído hablar de eso.

- ¡Gran idea! - dijo Lucas emocionado.

Entonces, se acercaron al dueño del puesto.

- Hola, señor. ¿Puedo ofrecerle algo? - preguntó Isabella con confianza.

- Claro, niña. ¿Qué tienes para cambiar? - respondió el hombre con curiosidad.

Isabella recordó que en su bolsa de tela llevaba algunas galletitas que había hecho su abuela.

- Puedo darles algunas galletitas caseras a cambio de un puñado de nueces - dijo con una sonrisa.

El hombre sonrió también.

- ¡Trato hecho! - dijo, mientras le daba un puñado de nueces a Isabella.

Ambos amigos se sintieron orgullosos de su intercambio. Con las fresas y las nueces en su bolsa, Isabella aún necesitaba comprar algunos ingredientes más. Pero de repente, comenzó a llover y el mercado se llenó de agua.

- ¿Ahora qué hacemos? - preguntó Lucas, mirando hacia el cielo gris.

- ¡Esperemos un poco! - decidió Isabella. Croqueros de ranas empezaron a salir a saltar y jugar por el suelo mojado.

- ¡Se están divirtiendo! - observó Lucas, riendo a carcajadas mientras miraba las ranas saltar.

Inspirada por la alegría de los animales, Isabella tuvo una idea brillante.

- ¡Vamos a tener nuestra propia competencia de salto! - dijo, apuntando a un charquito que se formó cerca.

Los niños se unieron a otros que buscaban resguardarse de la lluvia y pronto comenzaron a saltar también. La competición fue muy divertida. Al ver que la lluvia disminuía, decidieron volver a los puestos.

Finalmente, Isabella compró lo que necesitaba: harina, azúcar y huevos. Salieron del mercado llenos de ingredientes y risas,

- ¡Hoy fue un gran día! Aprendí a hacer compras y a hacer trueque, y también a disfrutar de la lluvia - dijo Isabella mientras aún reía de su competencia de salto.

- ¡Y conocí a una señora amable! - agregó Lucas, emocionado.

Cuando llegaron a casa, Isabella preparó la torta con su mamá.

- Este cumple va a ser especial. Gracias por llevarme al mercado, mamá - dijo Isabella, llena de alegría.

- Y gracias a vos por aprender a elegir y a hacer trueques, ¡cada día aprendes algo nuevo! - respondió su mamá mientras echaba la mezcla al molde.

Así, Isabella descubrió el valor del trabajo, la confianza y la alegría de compartir. Y al final del día, su torta fue el mejor regalo para su mamá, lleno de amor y dulzura.

La aventura en el mercado no solo le dio los ingredientes para su torta, sino una experiencia inolvidable que siempre recordaría con una gran sonrisa.

FIN.

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