Isaias y el Arco Iris Mágico
En un pequeño pueblo, donde el sol brillaba más que en ningún otro lugar, vivía un niño llamado Isaias. Isaias era un soñador, un aventurero y tenía una pasión especial por los colores. Cargaba siempre consigo una carpeta llena de crayones y papeles en blanco, donde plasmaba sus imaginaciones. Su mayor deseo era encontrar un arco iris, no solo por su belleza, sino porque había escuchado la leyenda de que en el final de uno, se encontraba un tesoro que podía hacer realidad cualquier sueño.
Un brillante día de verano, mientras Isaias dibujaba en la plaza, una nube oscura apareció de la nada, cubriendo el sol y trayendo con ella una ligera llovizna. Isaias levantó la vista y vio cómo los colores comenzaron a danzar en el cielo. – ¡Un arco iris! – exclamó con alegría.
Sin pensarlo dos veces, Isaias comenzó a correr hacia el horizonte. – ¡Voy a encontrar el final del arco iris! – gritó mientras saltaba por los charcos.
Después de correr y reír, Isaias llegó a un bosque mágico, donde los árboles susurraban secretos y los animales hablaban con voces suaves. "¡Qué lugar tan maravilloso!", pensó.
De repente, se encontró con un conejo vestido con un chaleco azul. – ¡Hola, pequeño explorador! – saludó el conejo con una sonrisa –. Estoy buscando el final del arco iris. ¿Te gustaría ayudarme?
– Claro que sí – respondió Isaias emocionado. – ¿Cómo te llamas?
– Me llamo Rocco. – dijo el conejo. – Juntos encontraremos el tesoro.
Así, Isaias y Rocco comenzaron su aventura. Cruzaron ríos de colores, saltaron sobre piedras que cantaban y descubrieron flores que hacían burbujas. Cuanto más se adentraban en el bosque, más colores iban viendo. Pero, de repente, se encontraron con un obstáculo: un gran dragón de escamas brillantes bloqueaba el paso.
– ¿Qué están haciendo aquí, pequeños intrusos? – rugió el dragón.
Aterrados, Isaias y Rocco se miraron. Pero Isaias, recordando sus sueños, decidió hablar. – Estamos en busca del arco iris y del tesoro que cumple sueños. ¿Nos dejarías pasar?
El dragón, sorprendido por la valentía del niño, bajó la cabeza. – He guardado el camino a ese tesoro durante mucho tiempo, pero no lo he visto nunca. Si me traen un cuento increíble, les dejaré pasar.
Isaias sonrió. – ¡Yo tengo un cuento! – dijo entusiasmado. Y comenzó a narrar la historia de un rey que se convirtió en un árbol gigante para cuidar de su pueblo. El dragón escuchó con atención y, al final de la historia, se sintió tan conmovido que dejó escapar una lágrima brillante.
– Qué hermoso relato. Ustedes son verdaderos amigos. Pueden pasar. – dijo el dragón, abriendo el camino.
Isaias y Rocco continuaron su camino por el bosque, encontrándose con criaturas mágicas que los ayudaron a llegar al final del arco iris. Finalmente, se detuvieron frente a una hermosa cascada que brillaba con todos los colores. Al pisar la tierra dorada, Isaias recordó por qué había empezado esta aventura: quería hacer realidad sus sueños.
– Aquí estamos, Rocco. – dijo Isaias –. ¿Cómo se supone que encontraremos el tesoro?
El conejo miró a su alrededor y se percató de algo. – ¿Ves esas piedras de colores en la orilla? Tal vez debas elegir una.
Isaias, lleno de curiosidad, eligió una piedra azul que brillaba intensamente. En ese instante, la cascada cobró vida y arrojó un arco iris que se expandió ante ellos. En el centro, una voz suave susurró: – Has sido valiente y has compartido un hermoso cuento. Tu tesoro es la amistad y la creatividad.
De pronto, Rocco comenzó a danzar y los colores envolvieron a Isaias, quien se dio cuenta de que el verdadero tesoro no eran objetos materiales, sino la experiencia vivida, las amistades formadas y la magia de crear.
Regresaron a su pueblo, donde Isaias compartió sus relatos llenos de colores con todos sus amigos. Desde aquel día, cada vez que llovía, Isaias y Rocco se juntaban para dibujar arco iris y contar historias que llenaban de brillo sus corazones y los de quienes los escuchaban.
Y así, Isaias descubrió que su mayor aventura era la imaginación y la amistad, creando un mundo a su alrededor más colorido y lleno de sueños.
Todas las tardes, al caer el sol, Isaias se sentaba a mirar el cielo y a esperar el próximo arco iris, listo para nuevas aventuras. Porque, después de todo, la vida es una aventura llena de colores y sueños por cumplir.
FIN.