Isidora y Luna en la Playa



Era un hermoso sábado por la mañana y Isidora, una niña de siete años, estaba muy emocionada. ¡Hoy por fin iba a ir a la playa con su perrita Luna! Con un pequeño sombrero para protegerse del sol y su toalla de colores brillantes, Isidora salió de casa con una gran sonrisa.

"¡Vamos, Luna! ¡A la playa!" - gritó Isidora mientras llamaba a su perrita, que movía su cola con alegría.

Cuando llegaron a la playa, Isidora dejó su toalla en la arena y corrió hacia el mar. Luna, siempre detrás de ella, corría y saltaba, disfrutando del aire fresco y el sonido del agua.

"¡Mirá, Luna! ¡El mar es gigante!" - decía Isidora, mientras levantaba los brazos en señal de emoción.

Pero al acercarse un poco más, Isidora sintió que las olas eran más grandes de lo que había imaginado.

"Uh, quizás no me acerque tanto" - dijo Isidora, un poco asustada.

"¡Guau!" - ladró Luna, como tratando de alentarla.

Isidora tomó una bocanada de aire y decidió que era momento de ser valiente. Así que, con Luna a su lado, volvió a moverse hacia la orilla, esta vez un poco más confiada.

"¡Vamos, Luna! A jugar con el agua" - gritó, mientras saltaba sobre las olas que llegaron a sus pies.

Las dos se divirtieron por un rato, hasta que Isidora decidió que era el momento de construir un castillo de arena. Juntas, comenzaron a juntar arena y a darle forma al castillo. Isidora se concentraba mucho y le decía a Luna:

"¡Tenés que cuidar la puerta, Luna!" - y la perrita se sentó al lado del castillo, moviendo la cola.

Pero de repente, una gaviota voló muy cerca del castillo y, sin querer, lo desmoronó con su ala. La construcción se cayó y Isidora se quedó mirando, sorprendida.

"¡Oh no, mi castillo!" - exclamó Isidora, sintiendo un nudo en la garganta.

Luna, al notar la tristeza de su dueña, empezó a ladrar, como si dijera: "No te preocupes, Isidora, todo estará bien!" Y en ese momento, la niña tuvo una idea brillante.

"¡Ya sé! Vamos a hacer un castillo aún más grande y hermoso. Esta vez, ¡usaremos más conchas!" - dijo Isidora, sonriendo nuevamente.

Así que, con el nuevo plan en mente, Isidora y Luna comenzaron de nuevo. Juntaron conchas, palitos y arena y, juntas, hicieron un castillo que parecía un verdadero palacio. Isidora estaba tan feliz que decidió nombrar al castillo "El Palacio de Luna".

"¡Mirá, Luna! ¡Te he hecho un palacio!" - dijo, aplaudiendo con alegría. Luna ladró y brincó alrededor, disfrutando de la diversión.

Mientras estaban juntas, conocieron a otros niños que también estaban construyendo castillos de arena.

"¡Hola! ¿Puedo unirme?" - preguntó un niño conocido como Mateo.

"Claro, vení!" - respondió Isidora, contenta.

Mateo se unió a ellas y juntos comenzaron a construir el palacio más grande de todos. Y así fue como, en poco tiempo, todos los niños de la playa se unieron a la diversión.

Al final del día, el Palacio de Luna fue una grandiosa obra que todos ayudaron a crear. Isidora sonrió mirando su obra, llena de orgullo.

"Gracias, Luna, por ser siempre mi mejor compañera" - dijo Isidora abrazando a su perrita.

Cuando llegó la hora de irse, Isidora se dio cuenta de que el castillo había quedado como un gran recuerdo, pero en su corazón llevaba algo mucho más valioso.

"Hoy aprendí que aunque las cosas no salgan como uno quiere, lo importante es seguir intentando y compartir momentos con los amigos" - le dijo a Luna mientras caminaban de regreso a casa.

Luna ladró felizmente, como si entendiera las palabras de Isidora. Y así, con el sol poniéndose en el horizonte, Isidora y Luna regresaron a casa, soñando con su próxima aventura en la playa.

FIN.

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