Ivette y el Deseo Estelar



Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Ivette. Ella no era una niña común y corriente; había llegado al mundo a través de un deseo especial que sus padres habían pedido al universo antes de su nacimiento. La familia de Ivette siempre había soñado con tener una niña, y cuando su madre quedó embarazada, sus corazones se llenaron de alegría.

Durante los nueve meses de espera, su madre no tuvo complicaciones y su padre se dedicó a cuidar de ambas, llenándolas de amor y mimos. Ivette nació en un día soleado y desde entonces, su vida estuvo llena de cariño. Sus padres la amaban con todo su corazón y cuidaban de ella como un tesoro.

Cada día, Ivette se aventuraba a explorar el mundo junto a sus primos, Uriel y Álex. Eran tres almas aventureras, siempre listas para descubrir cosas nuevas.

"¿A dónde iremos hoy?" - preguntó Ivette con sus ojos brillantes de emoción.

"Hoy vamos a la montaña a buscar tesoros" - respondió Uriel con una sonrisa de complicidad.

"¡Sí! ¡Me encanta buscar tesoros!" - exclamó Álex saltando de alegría.

Los tres amigos se pusieron en marcha, llevando una mochila llena de provisiones: una botella de agua, bocadillos y, por supuesto, sus cuadernos para dibujar lo que encontraran.

Mientras subían por el sendero de la montaña, Ivette, Uriel y Álex comenzaron a hablar sobre los tesoros que esperaban encontrar.

"Tal vez encontremos piedras preciosas" - sugirió Uriel.

"O quizás un mapa del tesoro antiguo" - agregó Álex, imaginando aventuras de piratas.

Mientras caminaban, se encontraron con un árbol muy particular, que tenía una forma extraña. Sus ramas parecían brazos que se alzaban hacia el cielo.

"Miren ese árbol, es raro. ¿Qué les parece que pueda guardar?" - dijo Ivette, intrigada.

"Podría ser un guardián de secretos" - propuso Uriel.

El árbol parecía susurrarles al oído, atrayéndolos a acercarse. De repente, notaron que a sus pies había un pequeño brillo. Era una vetas de cristal. Los tres se miraron con emoción.

"¡Eso es un tesoro!" - gritaron al unísono.

Comenzaron a juntar los cristales, pero al hacerlo, el árbol comenzó a temblar. Ivette se detuvo de repente.

"Chicos, quizás deberíamos preguntarle al árbol antes de llevarnos su tesoro. ¿No creen?" - sugirió Ivette con sabiduría.

"¿Cómo le preguntamos?" - cuestionó Álex, un poco asustado.

"Podemos hablarle y decirle que sólo queremos conocer su historia" - propuso Uriel.

Con valentía, Ivette se acercó al árbol.

"Hola, querido árbol. Somos amigos de la naturaleza y queremos saber si podemos compartir tu tesoro. Nos gustaría conocer tu historia" - dijo Ivette, su voz llena de respeto.

Para su sorpresa, el árbol comenzó a hablar con una voz suave y cálida.

"Queridos niños, estos cristales son parte de la magia del bosque. Cada uno contiene una historia, y si los llevan sin respeto, la magia irá desapareciendo. Sin embargo, si los cuidan y comparten las historias que les cuento, se multiplicarán y volverán a brillar".

Los tres primos escucharon con atención y se sintieron muy conmovidos por las palabras del árbol.

"Prometemos cuidar de ellos y contar sus historias" - respondió Ivette con convicción.

El árbol, satisfecho, les permitió llevarse algunos cristales, pero solo los que ellos pudieran cuidar bien. De regreso a casa, Ivette, Uriel y Álex estaban repletos de alegría.

Al llegar, se sentaron con sus familias a contar las historias del árbol y la importancia de cuidar de la naturaleza, compartiendo todo lo que habían aprendido.

"La magia del bosque vive en nosotros, y es nuestra responsabilidad protegerla" - concluyó Ivette, y se sintió más unida que nunca a su familia y amigos, sabiendo que cada día era una nueva aventura que valía la pena vivir.

Desde aquel día, no solo coleccionaron cristales, sino que también cuidaron su entorno, haciéndolo un lugar más hermoso. Ivette aprendió a que los deseos se pueden cumplir, pero que siempre hay que recordar compartir y cuidar aquello que amamos.

Y así, entre risas, juegos y tesoros, Ivette y sus primos vivieron muchas aventuras, siempre con un gran respeto por la naturaleza y los secretos que esta guarda.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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