Jacinta y el arte de convivir



Había una vez en un colegio muy especial, una niña llamada Jacinta. Jacinta era una niña muy alegre y creativa, pero tenía un pequeño problema: no le gustaba seguir las normas de convivencia en la sala.

Siempre llegaba tarde a clases, hablaba cuando la maestra explicaba algo importante y nunca prestaba atención. Un día, la maestra decidió hablar con Jacinta para ayudarla a entender la importancia de respetar las reglas.

"Jacinta, sé que eres una niña muy inteligente y divertida, pero es necesario que aprendas a seguir las normas de convivencia en la sala para que todos podamos aprender y disfrutar juntos", dijo la maestra con ternura.

Jacinta escuchó atentamente las palabras de su maestra, pero en su interior seguía pensando que las reglas eran aburridas y limitaban su creatividad. Esa misma tarde, Jacinta se encontró con Mateo, un compañero de clase muy aplicado y ordenado.

Mateo siempre cumplía con todas las normas de convivencia y era admirado por todos en el colegio. "Hola Jacinta ¿qué te pasa? Te veo pensativa", preguntó Mateo con curiosidad. "Hola Mateo.

La maestra me ha dicho que tengo que empezar a seguir las reglas en clase, pero siento que eso va en contra de mi forma de ser", respondió Jacinta con tristeza. Mateo sonrió amablemente y le dijo: "Jacinta, entiendo cómo te sientes.

A veces puede parecer que seguir las reglas es aburrido o limitante, pero en realidad nos ayudan a organizarnos mejor y a respetar los espacios de los demás". Las palabras de Mateo resonaron en el corazón de Jacinta.

Comenzó a reflexionar sobre sus acciones y se dio cuenta de que aunque ser creativa era genial, también era importante aprender a respetar las normas para convivir armoniosamente con los demás. A partir de ese día, Jacinta empezó a esforzarse por cumplir con las normas de convivencia en la sala.

Llegaba puntual a clases, escuchaba atentamente a la maestra y colaboraba con sus compañeros en actividades grupales. Con el tiempo, Jacinta descubrió que seguir las reglas no significaba perder su esencia creativa; al contrario, le permitía expresarse de manera más ordenada y respetuosa.

Todos notaron el cambio positivo en ella y comenzaron a valorarla aún más por su capacidad para adaptarse y crecer como persona.

Y así fue como Jacinta aprendió una valiosa lección: ser creativa está bien, pero también es fundamental saber cuándo es necesario seguir algunas reglas para vivir en armonía con los demás. Desde entonces, se convirtió en un ejemplo para todos sus compañeros e inspiró a muchos a encontrar el equilibrio entre libertad e responsabilidad.

FIN.

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