Jacinto el Tigre y la Sabiduría de la Tortuga
En la profunda selva tropical de Indonesia, vivía un tigre llamado Jacinto. Este joven tigre era la personificación de la energía; no había día en que no se lanzara a explorar cada rincón del exuberante paisaje que lo rodeaba. Tenía tres grandes amigos: Leo, el león; Cay, el caimán; y Gira, la jirafa. Juntos formaban un grupo inseparable, siempre listos para la aventura.
Un día, mientras Jacinto y sus amigos jugaban al escondite entre las enormes raíces de los árboles, se encontraron con Virtud, una anciana tortuga que estaba descansando al lado de un río cristalino.
"¿Qué hacen ustedes tan alegres por aquí?" - preguntó Virtud, con su voz suave y pausada.
"¡Estamos jugando a escondernos! ¿Querés jugar con nosotros?" - dijo Jacinto, moviendo su cola de un lado a otro.
"Gracias, pero ya estoy un poco mayor para esos juegos. Sin embargo, puedo enseñarles algo muy valioso: la tranquilidad" - respondió Virtud.
Intrigados, Jacinto y sus amigos se acercaron a la tortuga.
"¿La tranquilidad? ¿Qué es eso?" - preguntó Leo, mientras se acomodaba su melena.
"La tranquilidad es una forma de ver la vida que permite disfrutar de cada momento, incluso cuando estamos llenos de energía" - explicó Virtud.
Los amigos se miraron entre ellos, llenos de curiosidad y algo de escepticismo.
"Pero, ¿cómo podemos ser tranquilos si somos tan activos?" - inquirió Gira, estirando su largo cuello hacia la tortuga.
Virtud sonrió y dijo:
"Comprenderlo no es tan difícil. Les propongo un ejercicio. Mañana, a primera hora, vengan aquí al río y traigan canicas. Cada uno de ustedes elegirá una colorida canica. Quiéranla como un tesoro y, al lanzarla al agua, observen cómo navega y se hunde. Recuerden la frescura del agua y el sonido que hace al caer, y dejen que su mente se detenga por un momento".
Los amigos decidieron seguir el consejo de la tortuga. Al día siguiente, cada uno llevó una canica; Jacinto eligió una de un intenso color naranja. Cuando llegaron al río, se sentaron en la orilla.
"¡Preparados!" - gritó Jacinto.
"¡Uno, dos, tres!" - contó Cay, mientras todos lanzaban sus canicas al agua.
Mientras observaban cómo sus canicas danzaban sobre la superficie antes de hundirse lentamente, el grupo se quedó en silencio. En ese momento, Jacinto sintió una calma que nunca había experimentado.
"¡Es hermoso!" – exclamó, viendo el juego de luces en el agua.
"Yo nunca había prestado atención a estas cosas" - confesó Gira.
"¡Es cierto! Es tan bonito ver cómo todo fluye" - agregó Leo.
Virtud los observaba con una sonrisa de satisfacción.
"¿Ven? Este es solo el comienzo. Hay momentos en la vida que se disfrutan más cuando nos detenemos a observar y a sentir" - les explicó la tortuga.
A partir de entonces, los amigos decidieron dedicar un tiempo cada semana para practicar la tranquilidad. Aprendieron a disfrutar de la naturaleza, a escuchar el canto de los pájaros, el murmullo del viento entre las hojas y el susurro del agua del río. Jacinto, aunque seguía siendo un tigre aventurero, comenzó a encontrar belleza en los momentos de calma.
Un día, mientras exploraban un nuevo sendero, se encontraron con un gran desafío: un tronco caído que bloqueaba su camino.
"¡Oh no! No podemos pasar" - se lamentó Gira, extendiendo su cuello para mirar por encima del obstáculo.
"Tal vez deberíamos intentar moverlo todos juntos" - sugirió Cay.
"¡Es enorme!" - respondió Leo.
"Esperen un momento" - interrumpió Jacinto. "Recordemos lo que Virtud nos enseñó. ¿Por qué no nos tomamos un momento para pensar en una solución?".
Así que se sentaron en la base del tronco. Jacinto cerró los ojos y respiró hondo, mientras sus amigos hacían lo mismo. Después de unos minutos de silencio, Jacinto tuvo una idea.
"Si cada uno de nosotros empuja en un lugar distinto, tal vez podamos moverlo".
"¡Es una gran idea!" - dijeron los demás.
Con renovada energía y trabajo en equipo, empujaron el tronco desde varios ángulos. Y poco a poco, lograron desplazarlo a un lado. Rindieron homenaje a su éxito, saltando y rugiendo de alegría.
"¡Lo hicimos!" - gritaron emocionados.
Jacinto los miró y dijo:
"¡Eso fue increíble! Pero no hubiéramos encontrado la solución si no nos hubiéramos calmado y pensado en lo que había que hacer".
"¡Así es! La tranquilidad es tan poderosa como la energía" - concluyó Leo, mientras todos asentían satisfechos.
Desde ese día, cada vez que se enfrentaban a un desafío, recordaban que podían combinar su energía con momentos de tranquilidad. Y así, en la selva donde todo estaba lleno de vida, también había paz gracias a la sabiduría de Virtud, la tortuga.
Con el tiempo, Jacinto y sus amigos se convirtieron en los mejores aliados de la selva, siempre listos para afrontar cualquier aventura que la vida les presentara, sabiendo que podían contar tanto con su energía como con su tranquilidad.
FIN.