James y el Misterio del Bosque Brillante



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de un espeso y misterioso bosque, un vampiro llamado James. Pero, a diferencia de otros vampiros, James no era malo ni oscuro. Era un joven vampiro que soñaba con ser amigo de todos los niños del pueblo y organizar divertidas aventuras.

Un atardecer, mientras los rayos del sol se ocultaban, James decidió asomarse a la ventana de su castillo. Se percató de que, en el claro del bosque, unos niños estaban jugando y riendo. Su corazón, que a pesar de lo que la gente pensaba, aún latía con fuerza, decidió que tenía que hacer algo para acercarse a ellos.

"Si sólo pudieran conocerme, verían que no soy como ellos creen", pensó. Entonces, ideó un plan. James se puso su capa más bonita y decidió salir a explorar el bosque. Al llegar, vio a un grupo de niños recogiendo flores y jugando a las escondidas. Se acercó de a poco, sin hacer ruido.

"¡Hola! Yo soy James, el vampiro del bosque", dijo mientras se ocultaba tras un árbol.

Los niños lo miraron sorprendidos.

"¡Un vampiro! ¡Corre!" gritó uno de ellos, mientras comenzaban a alejarse.

James se sintió muy triste.

"¡Espera! No soy el vampiro que te han contado. Solo quiero ser tu amigo", trató de gritarle, pero ellos no lo escucharon. En ese momento, un niño llamado Lucas, el más valiente del grupo, se quedó atrás.

"¿En serio? ¿No viene a asustarnos?" preguntó Lucas, curioso.

James se asomó con una gran sonrisa.

"No, al contrario. Quería jugar con ustedes. Tengo una idea muy divertida. ¿Les gustaría ver el Bosque Brillante?"

Los ojos de Lucas brillaron de emoción.

"¿Bosque Brillante? Nunca escuchamos de eso. Suena increíble".

"¡Vengan, síganme! Es un lugar mágico donde todo brilla de colores en la noche", exclamó James. Con un poco de desconfianza, pero guiados por la curiosidad, Lucas corrió hacia donde estaba James y pronto el resto de los niños lo siguieron.

Cuando llegaron al Bosque Brillante, los niños quedaron maravillados. Las hojas de los árboles brillaban en tonos de azul, verde y violeta. Las luciérnagas danzaban como si estuvieran en una fiesta. James sonrió al ver la alegría de los niños.

"¿Ven? Este lugar es especial porque siempre es mejor compartirlo, ¿no creen?" dijo James.

"¡Es hermoso! Nunca hubiéramos querido venir si no estuvieras aquí", dijo Lucas.

James comenzó a contarles sobre cada luz y cada sonido del bosque. Los niños se sentían seguros y fascinados. De pronto, comenzó a llover suavemente. Las gotas brillaban como estrellas al caer.

"¡Vamos a jugar!" gritó Lucas.

"Sí, ¡hagamos un juego de captura!" sugerió otro niño.

Entre risas y juegos, los pequeños olvidaron que James era un vampiro. Para ellos, era solo un amigo divertido que compartía un mundo mágico. La noche avanzaba y antes de que se dieran cuenta, los niños se acercaron más a James.

"La verdad es que al principio tenía miedo de acercarme a vos", admitió Lucas.

"Yo también estaba nervioso, pero entendí que a veces tenemos que superar nuestros miedos para descubrir cosas maravillosas" respondió James.

La noche terminó con risas, cuentos y promesas de volver a jugar. James había demostrado que no importa cómo te veas o qué dicen de vos, la amistad siempre puede superar el miedo. Y así, el vampiro James y los niños continuaron siendo amigos en sus aventuras en el Bosque Brillante.

Desde aquel día, el pueblo dejó de temerle a James y sus leyendas cambiaron. Ahora, todos hablaban de la unidad y la amistad, y de cómo la diversidad puede enriquecer nuestras vidas.

Y así, el vampiro que quería ser amigo, en lugar de asustar, llenó el bosque y el corazón de los niños de luz y risas.

FIN.

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