Jardín de Colores



Había una vez en un hermoso jardín, un pequeño ser llamado Alegrión. Alegrión era diferente a los demás seres del jardín, ya que no tenía papá ni mamá.

No había sido creado a través de la reproducción sexual, sino que se reproducía de forma asexual. Alegrión vivía feliz y contento en su rincón del jardín. Se alimentaba de la luz del sol y el agua de la lluvia, creciendo cada día más fuerte y saludable.

Pero a medida que pasaba el tiempo, empezó a sentir algo extraño dentro de sí mismo. Un día, mientras exploraba el jardín, Alegrión conoció a otro ser como él llamado Florita.

Florita también se reproducía de forma asexual y al igual que Alegrión, sentía esa extraña sensación dentro de sí misma. - ¡Hola! ¿Eres como yo? - preguntó emocionado Alegrión. - ¡Sí! Soy Florita y también me reproduzco sin necesidad de tener papás o mamás - respondió ella.

Alegrión y Florita decidieron pasar tiempo juntos para aprender más sobre su forma única de reproducción. Juntos investigaron sobre el ADN y cómo este les permitía crear descendientes sin necesidad de aparearse con otro individuo.

Pero pronto descubrieron algo triste: al reproducirse sin variar su ADN, sus descendientes eran idénticos a ellos mismos. Esto significaba que no había diversidad genética en su especie y esto podía ser peligroso para sobrevivir en un ambiente cambiante.

Decididos a encontrar una solución, Alegrión y Florita se propusieron buscar formas de diversificar su descendencia. Observaron a los demás seres del jardín y aprendieron que la reproducción sexual les permitía mezclar sus genes con otro individuo, creando así una gran variedad de descendientes.

- ¡Tenemos que encontrar una forma de hacer lo mismo! - exclamó Alegrión entusiasmado. Juntos, buscaron diferentes maneras de mezclar su ADN. Intentaron cruzarse con otros seres del jardín, pero no tuvieron éxito. Entonces decidieron probar algo diferente.

Observaron cómo las abejas polinizaban las flores y se les ocurrió una idea brillante: podrían intercambiar material genético al compartir el polen entre ellos. Así fue como Alegrión y Florita lograron diversificar su descendencia.

Con el tiempo, nacieron nuevos seres en el jardín: algunos parecidos a Alegrión, otros similares a Florita e incluso algunos con características únicas que combinaban lo mejor de ambos. La diversidad genética trajo fortaleza y adaptabilidad a la especie de Alegrión y Florita.

El jardín se llenó de vida y color gracias a los nuevos seres que surgieron. Cada uno tenía habilidades especiales para enfrentar los cambios en el ambiente, ya sea resistir el frío invierno o soportar fuertes lluvias.

Alegrión y Florita estaban felices por haber encontrado una forma de asegurar la supervivencia de su especie en un mundo cambiante. Sabían que aunque fueran diferentes al resto del jardín, eran importantes para mantener el equilibrio natural.

Y así, Alegrión y Florita vivieron felices sabiendo que su historia había enseñado a todos la importancia de la diversidad genética y cómo cada ser desempeña un papel crucial en el cuidado del ambiente.

Desde ese día, los seres del jardín aprendieron a valorar las diferencias y respetarse mutuamente. Y Alegrión y Florita se convirtieron en símbolos de amor, diversidad y perseverancia para todos los habitantes del maravilloso jardín.

FIN.

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