Jardín de letras y hojas



Había una vez, en un barrio tranquilo de la ciudad, dos amigos muy especiales: Mirta y Gustavo.

Mirta era una maestra apasionada por su trabajo y Gustavo era un experto en hacer bonsais, esos pequeños árboles que parecen sacados de cuentos mágicos. Un día, mientras paseaban por el parque juntos, Mirta le dijo a Gustavo:- ¿Sabes qué me preocupa últimamente? Que muchos niños no tienen acceso a libros para leer en sus casas y eso les dificulta aprender.

Gustavo pensó unos segundos y luego dijo:- Tengo una idea. Podemos hacer un taller gratuito donde enseñe cómo hacer bonsais y tú puedas dar clases de lectura para los niños del barrio.

Mirta se emocionó con la idea de poder ayudar a los niños a leer mejor mientras aprendían algo nuevo e interesante. Así que decidieron poner manos a la obra.

Durante varios días trabajaron juntos en el taller, preparando todo con mucho cariño para recibir a los niños del barrio. Cuando llegó el día de la inauguración, los dos amigos estaban nerviosos pero felices al mismo tiempo. Los primeros niños empezaron a llegar al taller con sus padres.

Algunos se acercaban tímidamente mientras otros corrían emocionados hacia las mesas llenas de tierra y herramientas para hacer bonsais. Mientras tanto, Mirta daba clases de lectura en otro rincón del taller.

Los niños escuchaban atentamente las historias que ella les contaba y luego tomaban turnos para leer ellos mismos algunos párrafos ante todos sus compañeros. Pero entonces ocurrió algo que nadie esperaba. Uno de los niños se acercó a Mirta con lágrimas en los ojos y le dijo:- Maestra, no puedo leer bien.

Me cuesta mucho trabajo. Mirta lo abrazó con ternura y le dijo:- Tranquilo, no te preocupes. Lo importante es que estás aquí aprendiendo y eso ya es un gran logro.

A partir de ese momento, Mirta se dedicó especialmente a ayudar a ese niño a mejorar su lectura. Le dio consejos prácticos, le enseñó trucos para aprender más rápido y lo motivó siempre para seguir adelante. Y así pasaron las semanas en el taller de bonsais y lectura.

Los niños aprendieron mucho sobre la naturaleza, crearon sus propios bonsais con la ayuda de Gustavo y mejoraron su comprensión de lectura gracias a las clases de Mirta.

Al final del taller, todos se despidieron felices pero un poco tristes porque sabían que no volverían por un tiempo. Sin embargo, Mirta les prometió que volverían a encontrarse pronto para seguir aprendiendo juntos.

Y así fue como dos amigos muy especiales pudieron hacer una gran diferencia en la vida de varios niños del barrio gracias al amor que sentían por ellos y su compromiso con la educación.

FIN.

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