Javier y el secreto de la selva brasileña



Había una vez un niño llamado Javier, que vivía en Buenos Aires con sus papás. Estaba muy emocionado porque se acercaban las vacaciones de verano y su familia tenía planeado viajar a Brasil.

Javier nunca había salido del país, así que estaba lleno de expectativas y curiosidad por descubrir un lugar nuevo. Desde que supo del viaje, no paraba de investigar en libros y en internet sobre Brasil: sus playas, su selva tropical, su cultura y su comida.

"¡Mamá, papá! ¿Vamos a ver el Cristo Redentor en Río de Janeiro?" -preguntó Javier con entusiasmo. "Sí, hijo. Vamos a visitar muchos lugares increíbles en Brasil.

Va a ser una aventura inolvidable", respondió su mamá con una sonrisa. Los días pasaron volando y finalmente llegó el momento de partir hacia Brasil. Javier estaba tan emocionado que apenas pudo dormir la noche anterior al viaje.

Subieron al avión y después de unas horas de vuelo, aterrizaron en São Paulo. "¡Wow! ¡Qué diferente es todo aquí!" exclamó Javier mientras miraba por la ventanilla del taxi que los llevaba al hotel.

Durante los siguientes días, la familia de Javier recorrió las calles de São Paulo, se maravillaron con las Cataratas del Iguazú, disfrutaron del sol en las playas de Copacabana e Ipanema en Río de Janeiro y exploraron la selva amazónica en Manaus. Cada día era una nueva aventura llena de descubrimientos y sorpresas para Javier.

Una tarde, mientras paseaban por el Parque Nacional da Tijuca en Río de Janeiro, se encontraron con un grupo de monos juguetones que saltaban entre los árboles.

Uno de ellos se acercó a Javier y le tendió la mano como si quisiera jugar con él. "¡Mira mamá, me quiere dar la mano! ¿Puedo acariciarlo?" preguntó Javier emocionado. Su mamá asintió con una sonrisa y Javier extendió lentamente la mano para tocar al mono.

El animalito parecía disfrutar del contacto humano y pronto otros monos se les unieron para jugar juntos. Esa experiencia marcó a Javier profundamente.

Se dio cuenta de lo importante que es respetar a todas las criaturas vivientes del planeta y prometió cuidar mejor el medio ambiente cuando regresara a casa. Al finalizar las vacaciones, cuando llegaron nuevamente a Buenos Aires, Javier sintió nostalgia por Brasil pero también mucha gratitud por haber tenido la oportunidad de vivir tantas experiencias maravillosas junto a su familia.

Desde entonces, cada vez que veía una foto o escuchaba algo sobre Brasil, recordaba con cariño aquel viaje inolvidable que lo había inspirado a ser más consciente del mundo que lo rodea y siempre llevaba consigo el recuerdo imborrable del mono juguetón que le enseñó tanto sin decir ni una palabra.

FIN.

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