Javier y María en el Bosque Mágico



Había una vez, en un pintoresco pueblito rodeado de montañas y bosques verdes, dos amigos llamados Javier y María. Un día, la mamá de María le pidió que llevara una canasta con comida a su abuela, que vivía en una casita en el corazón del bosque.

"¡Voy a llevar la canasta, Javier! ¿Te gustaría acompañarme?" - le dijo María con una sonrisa.

"¡Claro, María! Me encantaría ayudarte" - respondió Javier entusiasmado.

Así que los dos amigos se pusieron en marcha, siguiendo el sendero que se adentraba en el bosque. El sol brillaba y los pájaros cantaban, creando una atmósfera mágica a su alrededor.

Mientras caminaban, se encontraron con un árbol enorme que tenía una cavidad en su tronco.

"Mirá eso, Javier. ¿Qué habrá adentro?" - preguntó María curiosa.

"Vamos a averiguarlo" - respondió Javier, estirando la mano hacia la cavidad.

Al meter la mano, sacó un pequeño mapa.

"¡Mirá, un mapa! Tal vez nos lleve a un tesoro escondido" - exclamó Javier.

María se emocionó y ambos decidieron seguir las indicaciones del mapa. Sin embargo, el camino los llevó por un sendero que no conocían.

"Esto no se parece al camino que tomamos antes..." - dijo María, mirando a su alrededor con nerviosismo.

"No te preocupes. Solo necesitamos seguir este mapa. Seguro que nos llevará a algo interesante" - animó Javier.

De repente, se encontraron con un pequeño lobo que los miraba con curiosidad.

"¡Ay! Un lobo!" - gritó María con un poco de miedo.

"Es solo un lobo. Pareciera que está perdido, igual que nosotros" - dijo Javier, acercándose al animal con cuidado.

Al ver que Javier no tenía miedo, el lobo se acercó lentamente.

"¿Por qué están tan lejos del camino?" - preguntó el lobo con una voz amable.

"Estamos siguiendo este mapa, pero no sabemos a dónde nos lleva" - le explicó María.

"Si me siguen, puedo llevarlos a un lugar especial en el bosque donde hay algo increíble" - dijo el lobo entusiasmado.

"¿De verdad? ¿Y qué hay en ese lugar?" - preguntó Javier, intrigado.

"Un lago mágico que concede un deseo a quienes son verdaderos amigos" - respondió el lobo.

Javier y María se miraron emocionados.

"¡Vamos!" - dijo María.

Así que decidieron seguir al lobo por un sendero escondido. Después de un rato, llegaron a un hermoso lago rodeado de flores de todos los colores.

"¡Es hermoso!" - exclamó María mientras contemplaba el paisaje.

"Sí, pero hay que recordar que solo uno de nuestros deseos se puede cumplir, así que deben ser sabios" - les recordó el lobo.

Los amigos se sentaron a pensar.

"Tengo un deseo, quiero que nunca nos separemos" - expresó María, con los ojos brillantes de amistad.

"Ese deseo es hermoso, pero hay tantas cosas más que podríamos pedir" - dijo Javier pensativo.

El lobo los interrumpió.

"Quizás lo que más desean, esté más cerca de lo que creen. A veces, los deseos más sencillos son los más poderosos" - les dijo.

María se sonrojó y pensó un momento.

"Tal vez, al final, solo quiero que cada día sea una nueva aventura junto a ti. ¿Qué te parece, Javier?" - propuso.

"Sí, eso suena genial. Nuestro deseo podría ser seguir explorando y viviendo nuevas experiencias juntos. ¡Es lo que más importa!" - respondió Javier con una gran sonrisa.

Se acercaron al borde del lago, tomaron las manos y, con toda su fuerza, dijeron al unísono:

"¡Deseamos vivir muchas aventuras juntos!"

Un destello dorado iluminó el lago, y en ese momento, supieron que su deseo se había escuchado. El lobo sonrió y dijo:

"Recuerden siempre que la verdadera amistad es el mejor regalo y la mejor aventura".

Desde entonces, Javier y María vivieron muchas aventuras, recorriendo cada rincón del bosque, sabiendo que el verdadero tesoro era su amistad inquebrantable.

FIN.

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