Jazmín y sus sueños por cumplir



Érase una vez en un pintoresco barrio de Buenos Aires, una niña llamada Jazmín. Desde muy pequeña, Jazmín había tenido un sinfín de sueños. Un día, mientras jugaba en el parque, vio a un grupo de chicas practicando acrobacias. "Yo quiero hacer eso", susurró para sí misma, sintiendo un escalofrío de emoción.

"¿Qué quieres hacer?" - le preguntó su amigo Lucas, que la acompañaba.

"Quiero ser gimnasta profesional y realizar piruetas increíbles", respondió Jazmín, mirando con admiración a las chicas.

Lucas sonrió. "¡Eso suena genial! Pero, ¿cómo vas a lograrlo?".

Jazmín se quedó en silencio, pensando en cuántas cosas tendría que hacer para llegar a ser una gran gimnasta. Finalmente, decidió que debía empezar a practicar. Así que un día, se acercó a casa de su abuela, quien fue una bailarina famosa en su juventud.

"Abuela, ¿me enseñarías a hacer acrobacias?" - preguntó Jazmín con entusiasmo.

"Claro, Jazmín. Pero debes tener paciencia y ser constante. No es fácil, pero si realmente lo deseas, lo lograrás", le contestó su abuela con una sonrisa.

Así, Jazmín comenzó sus entrenamientos. Al principio, las cosas no fueron tan simples. Muchas veces se caía y se frustraba.

"No puedo hacer esto, abuela. ¡Es demasiado difícil!" - lloraba Jazmín.

"No te desanimes, querida. Cada caída es una oportunidad para levantarte más fuerte. Recuerda las veces que aprendiste a andar en bicicleta", le respondió su abuela, mientras le abrazaba.

Un día, mientras estaba practicando en el parque, se acercó un entrenador de gimnasia, el Sr. Martínez. Lo miró hacer algunas acrobacias con una facilidad sorprendente.

"¡Wow! ¿Podrías enseñarme, por favor?" - le pidió Jazmín, llena de expectativas.

El Sr. Martínez sonrió y dijo: "Claro que sí, Jazmín. Pero antes, tienes que comprometerte a entrenar todos los días y a dar lo mejor de ti".

Decidida, Jazmín aceptó el reto y comenzaron a entrenar juntos. Con el paso de los días, la niña se volvió más fuerte y más hábil. Sin embargo, en el camino, también enfrentó algunos obstáculos. Un día llegó a casa muy desanimada.

"No creo que lo logre, me siento muy lejos de mis sueños" - confesó a su abuela.

"A veces, el camino hacia los sueños no es recto. Habrá partes en las que necesitarás descansar y volver a intentar. Cada paso cuenta", le respondió su abuela.

Con el tiempo, Jazmín se presentó a una competencia de gimnasia local. Aunque estaba nerviosa, recordó las palabras de su abuela y el apoyo de Lucas y el Sr. Martínez. Cuando llegó su turno, respiró hondo, y con cada movimiento dejó fluir su esfuerzo y dedicación. ¡Había llegado tan lejos!

A pesar de que no ganó el primer lugar, el simple hecho de haber competido fue un gran logro para ella.

"¡Lo hiciste genial, Jazmín! Estoy tan orgulloso de vos" - le dijo Lucas, mientras la abrazaba al final del evento.

"Gracias, pero creo que necesito seguir practicando más", respondió Jazmín con una sonrisa.

Fue entonces cuando comprendió que, aunque a veces se encontraba desanimada, lo que más importaba era nunca rendirse y seguir intentándolo. Con esa lección aprendida, hizo un pacto consigo misma: seguiría persiguiendo sus sueños, sin importar cuán difíciles fueran los caminos que debía recorrer.

El tiempo pasó, y Jazmín se convirtió en una gimnasta talentosa, cumpliendo su sueño gracias a la dedicación, al apoyo de su familia y amigos, y a su valentía para seguir intentándolo a pesar de las dificultades. Así, se dio cuenta de que cada paso que daba la acercaba un poco más a sus sueños. Sabía que siempre habría nuevos sueños por cumplir, y estaba lista para enfrentarlos uno a uno, disfrutando de cada parte del viaje.

Y así, en cada entrenamiento y competencia, Jazmín recordaba lo importante que era creer en uno mismo y nunca dejar de soñar.

FIN.

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