Jeisa y el misterio de la clase perdida
Era un día soleado en la escuela Primaria Arcoíris, y todos los chicos estaban emocionados por comenzar un nuevo proyecto en clase. Sin embargo, había un pequeño problema: Jeisa, conocida por sus travesuras, había decidido hacer de las suyas.
En el salón de clases, además de Jeisa, estaban sus amigos: Lucho, un chico amable y siempre dispuesto a ayudar, y Ana, una chica curiosa y soñadora que amaba los misterios.
- ¡Hoy vamos a hacer un proyecto sobre animales! - anunció la maestra Luz, mientras colocaba imágenes de distintos animales en la pizarra.
Jeisa sonrió traviesamente y susurró a Lucho:
- ¿Te parece si llenamos la caja de herramientas de la maestra con gelatina? Será muy divertido.
- No sé, Jeisa, eso no está bien - respondió Lucho.
Pero Jeisa no le hizo caso. Mientras el resto de la clase se preparaba para trabajar, decidió llevar a cabo su plan. Sin embargo, Ana, que siempre estaba atenta a lo que sucedía, observó a Jeisa y, con una mirada decidida, se acercó.
- Jeisa, no creo que eso sea una buena idea - dijo Ana con firmeza.
- ¿Por qué no? - replicó Jeisa.
- Porque si lo hacemos, la maestra se enojará y perderemos tiempo valioso para el proyecto. Además, podría no ser solo gelatina… ¡podría quedar todo hecho un desastre! - explicó Ana.
Jeisa frunció el ceño, pero en el fondo, sabía que Ana tenía razón. Sin embargo, su idea de hacer algo gracioso seguía rondando por su cabeza. Así que pensó en otra travesura menos dañina.
Mientras la maestra se giraba para escribir, Jeisa decidió cambiar las etiquetas de los animales en la pared. Colocó “león” en el lugar donde estaba “conejo”, y “elefante” donde estaba “ratón”.
- ¡Miren! - dijo Jeisa con una risa traviesa. - ¡Así todos se confundirán!
Lucho, que estaba al lado de Ana, no pudo contener una sonrisa, pero sabía que no estaba bien.
- Jeisa… ¿no crees que es mejor hacer algo divertido que también sea útil? - sugirió.
Ana asintió.
- Sí, ¡podríamos hacer un juego en vez de un desorden! Podriamos hacer un concurso de adivinanzas sobre los animales. Así, todos aprenderían más mientras se divierten.
Jeisa se lo pensó un momento.
- ¡Eso suena interesante! - admitió, ya sintiendo que la idea de Ana era más divertida que su travesura.
Y así, los tres comenzaron a trabajar juntos. Ana pensó en preguntas inteligentes, Lucho organizó el material y Jeisa se encargó de dibujar unos colores muy llamativos para las tarjetas.
Cuando llegó el momento de presentar, la maestra Luz estaba encantada.
- ¡Vaya! Esto es maravilloso. ¡Qué gran idea han tenido! - dijo, mientras aplaudía.
Pero justo en ese momento, el chico que se sentaba al fondo, Tomás, comenzó a reírse.
- ¡Espera! ¡Las etiquetas de la pared están mal! - dijo, señalando hacia los animales.
Todos se miraron. Jeisa se sonrojó.
- Sí, fue un pequeño error - dijo, intentando no mostrar su risa nerviosa.
La maestra sonrió y dijo:
- Bueno, eso nos da una gran oportunidad para aprender sobre los animales. ¿Qué tal si hacemos un repaso?
Al finalizar el día, Jeisa, Lucho, Ana y Tomás se sintieron felices. Aunque Jeisa había tenido una idea traviesa al principio, había descubierto que trabajar en equipo y hacer algo divertido para aprender era mucho mejor.
Desde ese día, en lugar de hacer travesuras, Jeisa se convirtió en la primera en proponer actividades creativas para la clase. Y así, con la ayuda de sus amigos, el Salón de Clases Arcoíris se llenó de risas, aprendizaje, y nuevos descubrimientos.
Al final, todos aprendieron que a veces el camino no esperado lleva a las mejores aventuras.
FIN.