Jelly y el Mar de Amistad
Había una vez una perrita cocker llamada Jelly que vivía en un pequeño pueblo costero de Perú. La playa era su lugar favorito, donde pasaba horas corriendo sobre la arena y persiguiendo gaviotas. Pero, lo que más le fascinaba eran los peces que nadaban en el mar. A Jelly le encantaba zambullirse en el agua y jugar con sus amigos acuáticos.
Una mañana radiante, mientras olfateaba las olas, Jelly escuchó un curioso murmullo. Se acercó al borde del agua y vio a un grupo de peces payaso nadando en círculos.
"¡Hola! ¿Por qué están tan agitados?" - preguntó Jelly, moviendo su cola.
"¡Hola, Jelly! Nos estamos preparando para la Gran Fiesta del Océano, pero algo raro está pasando. El Rey Pulpo se ha perdido y sin él no podemos celebrar!" - explicaron los peces.
La perrita se sintió preocupada. Era tan divertido jugar y organizar fiestas, y no quería que sus amigos se sintieran tristes.
"¡Yo puedo ayudar! ¿Dónde lo vieron por última vez?" - propuso Jelly con entusiasmo.
Los peces payaso se miraron entre sí y uno de ellos, llamado Pipo, dijo:
"Está en el tranquilo Jardín de Algas, pero no hemos podido llegar porque hay un riachuelo misterioso que empuja a todos hacia atrás."
Jelly, decidida a ayudar, se zambulló en el mar, nadando con fuerza hacia el Jardín de Algas. Al llegar, vio un pequeño riachuelo que hacía burbujas y parecían tener vida propia.
"¿Qué pasa aquí?" - preguntó Jelly, mirando hacia el riachuelo.
De repente, un pequeño pez llamado Chispa salió nadando entre las burbujas.
"¡Ayuda! ¡Soy yo quien hace que el riachuelo empuje! Quiero jugar pero no puedo, me siento atrapado. Si sólo alguien pudiera hacerme reír, podría detener esta corriente."
Jelly pensó por un momento y sonrió. Tenía una idea.
"¡Voy a hacerte reír!" - exclamó la perrita.
Jelly comenzó a hacer algunos trucos. Saltó por encima de las olas, hizo piruetas en el aire y le hizo cosquillas al agua con sus patas. Chispa observaba con una gran sonrisa.
"¡Jajaja! ¡Eso es muy divertido!" - se rió el pequeño pez.
Poco a poco, el riachuelo comenzó a calmarse, y Jelly, aprovechando la oportunidad, se acercó hasta el Rey Pulpo que estaba escondido entre las algas.
"¡Rey Pulpo! ¡Te estábamos buscando!" - exclamó Jelly.
"Oh, graciassss, querida Jelly. Me sentí triste y decidí esconderme, pero veo que mis amigos me extrañan. No me dejé llevar por la marea y creo que aprendí que siempre es mejor compartir mis sentimientos con los demás" - respondió el Rey Pulpo mientras sonreía.
Con el Rey Pulpo de vuelta, los peces payaso y Jelly nadaron hacia la playa. La Gran Fiesta del Océano había comenzado. Se organizaron juegos, bailes y concursos que llenaron de alegría el ambiente. Todos se reían y disfrutaban, agradecidos con Jelly por su valentía.
Al final del día, mientras la luna comenzaba a asomarse sobre el mar, Jelly se sentaba en la playa, mirando al horizonte. Había aprendido que la amistad es como el océano: a veces tiene corrientes difíciles, pero en la profundidad siempre hay maravillas y momentos de luz.
"¡Gracias por ayudarme!" - le dijo Pipo al acercarse.
"¡Gracias a todos ustedes por su amistad! La próxima vez, ¡haremos la fiesta en la playa!" - respondió Jelly, moviendo su cola con entusiasmo.
Y así, Jelly, la perrita cocker, siempre estuvo lista para ayudar a sus amigos, porque sabía que juntos podían superar cualquier corriente.
FIN.