Jeniffer y la nariz fracturada


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Dolores, una mujer llamada Jeniffer que sufría de muchos dolores. Desde que era pequeña, había tenido problemas de salud que le causaban mucho malestar.

Pero a pesar de todo, Jeniffer siempre mantenía una sonrisa en su rostro y trataba de ser positiva. Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, tropezó con una piedra y cayó de jeta al suelo.

El golpe fue fuerte y sintió un dolor agudo en la cara. Los vecinos que pasaban por allí corrieron a ayudarla y la llevaron al hospital. "¡Ay, me duele mucho la cara!", se quejaba Jeniffer entre lágrimas.

En el hospital, los médicos le hicieron algunas radiografías y descubrieron que se había fracturado la nariz. Le pusieron un yeso en la cara y le recetaron medicamentos para el dolor. "Tranquila Jeniffer, pronto te sentirás mejor", dijo el doctor con amabilidad.

Jeniffer estaba triste por el accidente, pero decidió no dejarse vencer por el dolor. Recordó las palabras de su abuela: "La vida está llena de obstáculos, pero lo importante es levantarse cada vez que caigas".

Decidió tomar las cosas con calma y seguir adelante a pesar del dolor. Sus amigos y familiares fueron a visitarla al hospital y le llevaron flores y tarjetas para animarla. "¡Vamos Jeniffer, eres fuerte! Pronto estarás como nueva", le decían con cariño.

Después de unos días, Jeniffer regresó a casa con su yeso en la nariz. Aunque todavía sentía molestias y dolores, se esforzaba por mantener una actitud positiva.

Una mañana soleada, mientras miraba por la ventana de su habitación, vio a unos niños jugando en el parque. Se dio cuenta de lo afortunada que era de tener una familia amorosa y amigos fieles que estaban siempre allí para apoyarla. Decidió salir al jardín a tomar aire fresco y disfrutar del sol.

Los pájaros cantaban melodías alegres y las flores perfumaban el ambiente con sus fragancias dulces. "A pesar de los dolores y las dificultades, hay tantas cosas hermosas en la vida", pensaba Jeniffer mientras cerraba los ojos y respiraba profundamente.

Poco a poco, los días fueron pasando y Jeniffer se fue recuperando lentamente. Hizo ejercicios suaves para fortalecerse e incluso empezó a pintar cuadros inspirados en sus experiencias durante aquel tiempo difícil.

Finalmente llegó el día en que le quitaron el yeso de la nariz. Se miró al espejo con alegría y vio una cicatriz que recordaría aquella caída pero también todo lo valiente que fue para superarlo.

Jeniffer entendió entonces que los dolores físicos pueden sanar con el tiempo, pero lo más importante es tener fuerza interior para enfrentarlos con valentía y optimismo. Aprendió a valorar cada momento como un regalo precioso y nunca más dejó que nada ni nadie apagase su luz interior.

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