Jeronimo y el sueño del fútbol
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un chico llamado Jeronimo. A Jeronimo le encantaba jugar al fútbol. Desde que tenía memoria, siempre llevaba su pelota a todos lados y pasaba horas en la plaza pateando y soñando con ser un gran jugador. Su mayor ídolo era un famoso futbolista argentino, y cada vez que lo veía en la televisión decía: "Algún día, yo seré tan bueno como él"-.
Un día, mientras Jeronimo jugaba en la plaza con sus amigos, notó que un grupo de chicos mayores jugaba un partido. Jeronimo los observaba con admiración. Sabía que, si tenía la oportunidad de jugar con ellos, podría mejorar su técnica. Con un poco de timidez, se acercó y les dijo:
"Hola, ¿puedo jugar con ustedes?"-
Los chicos mayores se miraron entre sí y uno respondió:
"Está bien, pero debes correr mucho"-.
Jeronimo se puso contento y se unió al juego. Pero al principio fue difícil; no podía seguir el ritmo de los chicos más grandes. A cada rato caía al suelo. Sin embargo, en lugar de rendirse, cada vez que caía se levantaba con determinación.
"No voy a dejar de intentar"-, pensaba para sí mismo. Después de varios intentos, empezó a hacer un par de buenos pases, y cuando tuvo la oportunidad de disparar al arco, ¡marcó un gol!"¡Bien, pibe!"- le gritaron los chicos.
Sin embargo, no todo fue fácil. Había un chico llamado Tomás, que siempre se reía de él. Cada vez que Jeronimo fallaba, Tomás decía:
"Deberías conseguirte otro deporte, el fútbol no es para vos"-.
Pero en lugar de sentir tristeza por eso, Jeronimo se acordaba de su ídolo y pensaba que todos los grandes futbolistas también habían tenido que enfrentar críticas.
"Solo tengo que esforzarme más y demostrar que puedo"-, se decía.
Pasaron las semanas, y Jeronimo seguía entrenando en la plaza. Conoció a un entrenador que también lo había visto jugar, y le dijo:
"Tienes potencial, Jeronimo. ¿Por qué no te unes a nuestra escuela de fútbol?"-
Jeronimo no lo podía creer. ¡Era su oportunidad! Se inscribió en la escuela y comenzó a entrenar todos los días después de la escuela. Con dedicación, mejoró rápidamente. Pero todavía había un obstáculo que superar:
Tomás seguía en su equipo y muchas veces, al ver a Jeronimo destacar, lo desafió.
"Si tienes agallas, enfrentame en un partido uno a uno"-, le dijo un día.
Jeronimo sintió un nudo en el estómago. En lugar de asustarse, sonrió y contestó:
"¡Trato hecho!"-.
El día del partido uno a uno fue emocionante. Todos sus amigos y algunos padres estaban allí. Jeronimo estaba nervioso pero decidido. El partido comenzó, y al principio, Tomás dominó. Sin embargo, Jeronimo recordó todas las horas de entrenamiento y cada vez que se caía al suelo. Así que no se rindió.
Con cada jugada, Jeronimo fue ganando confianza. Finalmente, tras un increíble regate, pudo pasar a Tomás y, ¡con un gran tiro! , marcó un gol.
"¡Eso es!"-, gritó entre la multitud. La audiencia estalló en aplausos.
Tomás, sorprendido, le dio la mano a Jeronimo y le dijo:
"Sos un gran jugador. Lo hiciste muy bien"-.
Jeronimo se sintió feliz. No solo había ganado el partido, sino que también había aprendido a no rendirse y confiar en sí mismo. Desde ese día, Tomás dejó de burlarse de él. Al contrario, comenzaron a jugar juntos y hasta se volvieron amigos.
Finalmente, unos años después, Jeronimo cumplió su sueño y fue seleccionado para un equipo juvenil. Mirando hacia atrás, se dio cuenta de que cada caída y cada crítica lo hicieron más fuerte. Con una sonrisa, se prometió a sí mismo que seguiría soñando en grande y nunca dejaría que nadie le dijera que no podía lograrlo.
FIN.