Jerónimo y la magia de compartir en Villa Feliz
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un niño llamado Jerónimo.
Jerónimo era un niño muy especial, lleno de energía y curiosidad, pero también tenía dificultades para compartir sus juguetes con los demás y seguir las instrucciones de los adultos. Un día, la maestra del jardín de infantes, la señorita Clara, notó que Jerónimo se mostraba irritable y apático en clase. Siempre parecía estar molesto o frustrado por algo.
La señorita Clara decidió hablar con él para averiguar qué le sucedía. "Jerónimo, ¿qué te pasa? Pareces triste y enojado todo el tiempo", preguntó la señorita Clara con cariño. Jerónimo miró al suelo y murmuró: "No me gusta compartir mis juguetes. Son solo míos".
La señorita Clara sonrió comprensivamente y le dijo: "Entiendo que te cueste compartir, pero es importante aprender a hacerlo. Cuando compartimos, podemos jugar juntos y divertirnos mucho más".
Jerónimo frunció el ceño, pero la mirada amable de la señorita Clara lo hizo reflexionar. Esa misma tarde, cuando llegó a casa, decidió probar lo que le había dicho su maestra.
Al día siguiente en el jardín de infantes, Jerónimo sorprendió a todos al ofrecerle uno de sus juguetes favoritos a un compañero que estaba triste porque se le había roto el suyo. La sonrisa radiante del niño agradecido hizo que Jerónimo se sintiera bien consigo mismo.
A medida que pasaban los días, Jerónimo empezó a practicar más el arte de compartir y seguir las instrucciones de los adultos cuidadores. Descubrió que cuando escuchaba atentamente lo que le decían los mayores podía evitar problemas y disfrutar más tiempo con sus amigos.
Poco a poco, Jerónimo se volvió más tolerante y comprensivo con todo lo que sucedía a su alrededor. Ya no estaba irritado ni apático en clase; al contrario, participaba activamente en todas las actividades junto a sus compañeros.
La señorita Clara notaba orgullosa cómo Jerónimo había cambiado para bien y cómo ahora irradiaba felicidad y alegría por doquier. Todos en Villa Feliz celebraban la transformación del pequeño niño gracias a su esfuerzo y disposición para mejorar.
Y así fue como Jerónimo aprendió una valiosa lección: que compartir e seguir las instrucciones puede traer mucha felicidad tanto para él como para quienes lo rodean.
Desde entonces, se convirtió en un ejemplo para todos los niños del pueblo sobre cómo superar obstáculos con actitud positiva y amor hacia los demás. Y colorín colorado este cuento ha terminado ¡Qué viva Jerónimo!
FIN.