Jesús, el astronauta argentino



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un joven llamado Jesús. Desde pequeño, Jesús había sido un chico muy aplicado e inteligente que siempre se destacaba en sus estudios.

Pero lo que realmente lo emocionaba y le hacía brillar los ojos era su gran sueño: convertirse en astronauta. Desde que tenía uso de razón, Jesús miraba al cielo nocturno con admiración, soñando con explorar las estrellas y descubrir nuevos mundos.

Pasaba horas leyendo libros sobre el espacio y la astronomía, y cada vez que podía se escapaba al observatorio local para contemplar las estrellas a través del telescopio.

Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, Jesús escuchó a unas personas hablando sobre una convocatoria para jóvenes talentosos interesados en la exploración espacial. Sin dudarlo ni un segundo, decidió presentarse a la audición. "¡Hola! Mi nombre es Jesús y quiero ser astronauta", dijo con determinación frente al comité de selección.

"¿Por qué quieres ser astronauta?", preguntó uno de los evaluadores. "Porque desde pequeño he sentido una conexión especial con el universo. Quiero desafiar los límites de lo conocido y explorar lo desconocido", respondió Jesús con pasión en su voz.

El comité quedó impresionado por la determinación y la pasión de Jesús, y decidieron darle una oportunidad. Fue aceptado en el programa de entrenamiento para futuros astronautas y comenzó a prepararse para cumplir su sueño.

Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Jesús se dedicaba por completo a su entrenamiento: físico, mental y emocional. Aprendió a simular gravedad cero, a reparar naves espaciales averiadas e incluso a cultivar alimentos en condiciones extremas.

Pero no todo fue fácil para Jesús. En varias ocasiones pensó en rendirse ante los desafíos que se le presentaban. Hubo momentos de frustración, cansancio e incluso miedo.

Sin embargo, cada vez que sentía que no podía más, recordaba su sueño de niño mirando las estrellas y eso le daba fuerzas para seguir adelante. Un día, durante una simulación de emergencia en la nave espacial, algo salió mal.

Una falla inesperada puso en peligro la misión y la vida de toda la tripulación. Todos entraron en pánico menos Jesús; él mantuvo la calma e hizo uso de todos sus conocimientos y habilidades para resolver la situación crítica.

Gracias a su valentía y determinación, logró salvar la misión y demostrar que estaba verdaderamente preparado para ser astronauta. El comité de selección quedó impresionado por su actuación bajo presión y decidió asignarle un lugar en la próxima misión espacial hacia Marte.

"¡Felicidades! , ¡Eres oficialmente parte del equipo que viajará a Marte!", anunciaron emocionados los evaluadores ante un radiante Jesús.

Jesús no podía creerlo; finalmente iba a cumplir su sueño de llegar al espacio exterior y explorar nuevos horizontes junto a otros colegas apasionados como él por el universo. La noticia corrió como reguero de pólvora por todo el pueblo; pronto todos conocieron el logro sobresaliente del joven aspirante a astronauta llamado Jesús. El día del lanzamiento llegó finalmente.

Con lágrimas de emoción en los ojos, Jesús abordó la nave espacial junto a sus compañeros rumbo al planeta rojo.

Durante el largo viaje interplanetario hacia Marte, Jesùs tuvo tiempo suficiente para reflexionar sobre todo lo vivido hasta ese momento: los desafíos superados, las metas alcanzadasy sobre todo, la importanciade nunca rendirsey siempre perseveraren posde nuestros sueños más grandes. Al fin, la nave llegò al destino anhelado: Marte. Jesùs sintiò una mezcla de asombro y felicidad al contemplar el paisaje marciano desde las ventanas de la nave.

"¡Lo hemos logrado! , exclamò llenode emoción. Y así,Jesùs cumpliòsu mayor sueño: ser astronautay exploradordel universo infinito. Desde entonces, cada vez que alguienen el pueblo levantarala vista al cielo estrellado, recordaría con orgulloque uno entre ellos, un joven llamado jesùs, habìa conquistado las estrellas.

Y colorìn colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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