Jesús el Conejo Valiente



En un verde y frondoso bosque, donde los árboles susurraban secretos y el sol iluminaba el suelo con destellos dorados, vivía un conejo llamado Jesús. Era un conejo de orejas largas y suaves, conocido por su agilidad y su gran corazón. Sin embargo, Jesús tenía un pequeño problema: algunos animales del bosque, como el pato Pipo y el zorro Zorroñón, le hacían bullying porque era un poco diferente a ellos.

Un día, mientras Jesús saltaba alegremente, Pipo y Zorroñón se le acercaron.

"Mirá, el conejito de las orejas largas", dijo Pipo riendo.

"Sí, parece más un murciélago que un conejo", agregó Zorroñón.

Jesús, herido por sus palabras, se alejó saltando con la cabeza baja. Pero, en lugar de rendirse, decidió que debía encontrar una forma de hacerse respetar y demostrarles a Pipo y Zorroñón que ser diferente es especial.

Al día siguiente, mientras los animales del bosque se reunían para la gran carrera de primavera, Jesús vio su oportunidad.

"¡Quiero inscribirme en la carrera!", gritó con toda su fuerza.

"¡Jajaja! Claro, el conejo murciélago correrá muy rápido", se rió Pipo.

Pero Jesús no se desanimó. Se preparó con mucho esmero, entrenando día y noche. Saltaba entre los arbustos, practicaba giros y se aseguraba de que su agilidad mejorara.

Finalmente, llegó el día de la carrera. Todos los animales del bosque estaban emocionados, y Jesús se sintió nervioso pero decidido. Al sonar la señal de inicio, empezó a correr, olvidando por completo los insultos de Pipo y Zorroñón. Para sorpresa de todos, incluidos ellos, Jesús comenzó a tomar la delantera.

"¡Imposible!", gritó Zorroñón, asombrado.

"¡Corre, Jesús!", animaba un grupo de ardillas.

A medida que avanzaba la carrera, Jesús usó su agilidad para sortear obstáculos y saltar sobre troncos caídos. Aunque algunos animales aún se reían, él mantuvo su enfoque. Cuando llegó a la meta, el público estalló en vítores.

"¡Jesús, Jesús! Eres increíble!", gritaron las ardillas, contentas.

Jesús había llegado primero, y aunque no era solo por eso que se sentía feliz, había demostrado que cuando uno trabaja duro, puede lograr grandes cosas. Pipo y Zorroñón, viendo lo que había conseguido, se sintieron mal por haberlo tratado de esa manera.

"Perdona, Jesús, no debimos burlarnos de vos. Nos hemos dado cuenta de que ser diferente es lo que te hace especial", admitió Pipo.

"Sí, ¡nos gustaría ser tus amigos!", agregó Zorroñón.

Jesús sonrió, y en lugar de guardar rencor, aceptó su disculpa.

"Está bien, estoy dispuesto a ser amigos", respondió.

A partir de ese día, los tres se volvieron inseparables. Jesús les enseñó a Pipo y Zorroñón a hallar su propio valor y a comprender que cada uno es único a su manera. Todos en el bosque aprendieron que ser diferente era algo que celebrar y no motivo de burla.

Y así, el bosque se convirtió en un lugar más amigable, donde todos aprendieron a valorarse y a respetarse mutuamente. Desde entonces, los tres amigos vivieron muchas aventuras juntos, siempre ayudándose entre ellos y demostrando que la amistad es más fuerte que cualquier insulto.

Jesús, el conejo valiente, no solo ganó la carrera, sino también el respeto y la admiración de todos los animales del bosque.

FIN.

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