Joaquín y su viaje a las estrellas



En la escuela San Rafael, había un niño muy especial llamado Joaquín. Era un chico con un brillante intelecto y una imaginación desbordante. Además de ser un excelente estudiante, tenía una pasión particular: ¡coleccionar monedas antiguas y de países lejanos! Su habitación estaba llena de coloridas monedas de diferentes partes del mundo, y cada vez que conseguía una nueva, su rostro se iluminaba de emoción.

Un día, mientras Joaquín repasaba sus monedas en clase, su profesora, la señorita Clara, se le acercó con una sonrisa.

"Joaquín, he escuchado que eres un experto en el uso del ordenador. ¿Te gustaría ayudarme a preparar una presentación sobre el espacio?"

"¡Sí! Me encantaría. ¡Quiero ser astronauta cuando sea grande!"

"¡Qué interesante! Entonces, podríamos hacer un trabajo bien divertido. Necesitamos imágenes de planetas, estrellas y, por supuesto, de naves espaciales. ¿Qué te parece?"

"Me parece genial, profesora.¿Qué te parece si también encontramos información sobre cómo se hacen las expediciones al espacio?"

La profesora se mostró encantada y juntos se pusieron manos a la obra. Joaquín, con gran dedicación, navegó por diferentes sitios en línea, recolectando datos fascinantes sobre el universo.

Cuando el día de la presentación llegó, Joaquín estaba emocionado pero también un poco nervioso. Mientras sus compañeros de 1° año B se sentaban en círculo, Joaquín se fue acercando a la pizarra.

"Hola a todos, hoy les hablaré sobre el maravilloso mundo del espacio. A través de esta presentación, descubriremos cómo los astronautas viajan a las estrellas y qué se necesita para hacer una expedición espacial."

"¿En serio?" interrumpió Tomás, uno de sus compañeros.

"¡Sí, Tomás! Por eso es importante que escuchemos y aprendamos juntos. Así, cada uno puede hacer preguntas al final si quiere. ¿Está bien?"

Los chicos asintieron con la cabeza, curiosos. Joaquín comenzó su presentación y todos estaban pegados a sus asientos, fascinados por las imágenes de planetas y naves espaciales.

Al finalizar, Joaquín sintió una gran satisfacción al ver que sus compañeros aplaudían y sonreían.

"¡Qué buen trabajo!" dijo Valentina.

"Gracias, Valentina. ¡Me alegro que les haya gustado! Si quieren, podemos organizar un club de astronomía para seguir aprendiendo juntos," propuso Joaquín.

Con la idea del club en mente, Joaquín decidió que sería el anfitrión de una reunión en su casa el siguiente sábado por la tarde. Invitó a todos sus compañeros a una tarde de juegos y aprendizaje.

Al llegar el día, su casa se transformó en un pequeño centro de investigación: tenía mapas del espacio, libros sobre constelaciones y, cómo no, ¡su colección de monedas!"¡Miren! Esta moneda es del espacio, de la misión Apolo. Se usó para financiar los viajes a la luna".

"¡No sabía que existían monedas de la luna!" exclamó Tomás, mirando con asombro.

"Y aquí tengo una moneda de Rusia, del año 1957. ¿Sabían que ese fue el año en que lanzaron el primer satélite?" añadió Joaquín.

Los chicos estaban encantados. Cada uno trajo su propia moneda para compartir y Joaquín explicó su historia. La tarde pasó volando, entre risas, aprendizaje y excelentes charlas sobre el universo.

Así pasaron varias semanas, y el club de astronomía se hizo famoso en la escuela San Rafael, todos querían participar. Pero un día, surgió un pequeño conflicto. Pedro, un nuevo compañero, quiso quedar con todas las monedas.

"No, no, Pedro, ¡compartir es lo mejor!" dijo Joaquín, recordando lo importante que era ser amable y cooperativo.

"Pero quiero tenerlas todas para mí. ¡Nadie puede tener más que yo!" protestó Pedro.

"Mirá, Pedro, cada uno de nosotros tiene cosas valiosas para compartir. Si todos colaboramos, cada uno podrá disfrutar de lo que traiga otro. Vamos a hacer un trato: todos traen monedas, pero estamos juntos para aprender, no para competir."

Pedro hizo una pausa.

"Está bien, Joaquín. ¿Puedo quedarme con una para mostrarles a mis papás?"

"Por supuesto, pero luego la vuelves, ¿sí?"

Y así, Pedro fue entendiendo la belleza de compartir.

Con su paciencia y sabiduría, Joaquín logró que cada niño, incluido Pedro, comprendiera que el conocimiento y la diversión se daban mejor en grupo. Al final del año escolar, Joaquín fue elegido presidente del club de astronomía por su capacidad de liderazgo y su inteligencia. Ahora, cada vez que observaba las estrellas, recordaba esa hermosa experiencia, donde no solo aprendió sobre el espacio, sino también sobre la amistad y la importancia de compartir.

FIN.

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