Jorge y el Vuelto Justo



Era una soleada mañana en el barrio de Jorge. Con su coqueto gorro rojo y su mochila llena de sueños, decidió que era el día perfecto para comprar un helado. Salió corriendo hacia la heladería de doña Clara, donde los sabores eran tan abundantes como las risas de los niños que allí compraban.

"¡Hola, Jorge! ¿Qué vas a llevar hoy?"- le preguntó doña Clara, sonriendo ampliamente.

"¡Hola, doña Clara! Quiero un helado de frutilla, por favor!"- respondió Jorge, sus ojos brillando con esperanza.

Jorge le sacó unas monedas a su bolsillo y, tras recibir el helado, se dio cuenta de que tenía que recibir algo de vuelto. Doña Clara le entregó su proporción de dinero. Sin embargo, un chico travieso en la fila, llamado Tomás, desafió a Jorge.

"Si no te quedás con todo, ¡sos un nabo!"- le dijo Tomás, haciendo un gesto despectivo.

Jorge, un poco confundido, miró las monedas y pensó que quizás podría quedarse con el vuelto. Pero justo en ese momento, apareció su abuelito, que había estado observando desde la puerta del negocio.

"Hola, Jorge. ¿Cómo va ese helado?"- preguntó el abuelo con una sonrisa.

"¡Espectacular, abuelo! Pero... no sé si debería darle el vuelto a doña Clara"- dijo Jorge, dudando.

El abuelo frunció el ceño.

"¿Por qué no, Jorge?"- preguntó.

"Tomás dice que está bien quedárselo"- explicó el niño, aún con la mirada fija en sus monedas.

El abuelo se agachó para estar a la altura de su nieto.

"Mirá, Jorge. Ser justo y honesto es una de las cosas más importantes en la vida. Si te quedás con el vuelto que no es tuyo, eso no está bien. Debes aprender a valorar lo que es tuyo y lo que no. Además, doña Clara confía en vos"- aclaró el abuelo con voz suave.

Jorge pensó un momento y recordó las palabras de su abuelo. Sin dudarlo, decidió devolver el vuelto. "¡Doña Clara!"- llamó, corriendo hacia la heladería.

"Sí, Jorge?"- preguntó mientras servía a otro cliente.

"Aquí está el vuelto que me sobró. ¡Lo olvidé!"- dijo Jorge, con una gran sonrisa.

Doña Clara, sorprendida, le devolvió la sonrisa, "¡Qué bien, Jorge! Eres un buen chico!" Y al ver que Jorge era un niño honesto, le dio una bola extra de helado por su sinceridad.

"¡Gracias, doña Clara!"- gritó Jorge, feliz. Desde ese momento, Jorge no solo disfrutó de su helado, sino que también aprendió una gran lección sobre la importancia de ser justo y honesto.

Cuando se encontró con Tomás más tarde, le contó lo que había hecho. "No importa lo que digan los demás, ser honesto siempre es la mejor opción"- concluyó Jorge. Así, ese día, no solo disfrutó de un delicioso helado, sino que también sentó las bases para convertirse en una persona íntegra y respetable.

Y así, Jorge y su abuelito compartieron un momento inolvidable, y el valor de la honestidad los unió aún más.

Cada vez que Jorge compraba algo, recordaba aquella lección en la heladería.

Entonces, decidió que en su corazón siempre habría espacio para la justicia y la honestidad, no solo en los negocios, sino en todos los aspectos de su vida.

FIN.

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