José y el Misterio del Ratón del Cajón



Era una noche tranquila en la pequeña casa de José. El niño acababa de acomodar todos sus juguetes, y se estaba preparando para ir a dormir. Al entrar a su habitación, un mueble antiguo, un gran cajón de madera, llamó su atención. No era común ver algo así en su casa.

José decidió abrirlo.

"¿Qué habrá dentro?" -se preguntó en voz alta.

Con un crujido, el cajón se deslizó y reveló un misterioso zurrón lleno de pelotas de colores y un libro polvoriento. Pero justo cuando estaba a punto de sacar el libro, un pequeño ratón apareció y saltó dentro del cajón.

"¡Ay! ¿Quién eres tú?" -gritó José sorprendido.

"¡Soy Ramón, el ratón!" -respondió el pequeño roedor, mientras sacudía su colita. "Y este es mi hogar. He estado viviendo aquí desde hace años. ¿Qué haces en mi cajón?"

José no podía creer lo que escuchaba. Hablar con un ratón era algo increíble.

"Vine a descubrir los secretos de este mueble. No sabía que vivías aquí. ¿Qué secretos guardas?" -dijo José emocionado.

"Este cajón está lleno de historias y juguetes mágicos, pero solo aparecen si tienes un buen corazón y estás dispuesto a compartirlas" -explicó Ramón, señalando las pelotas de colores.

José, intranquilo, se preguntó cómo podía lograrlo.

"¿Qué debo hacer para que esos juguetes mágicos aparezcan?" -preguntó, con los ojos llenos de curiosidad.

"Debes ayudar a tus amigos a jugar y crear nuevas historias. Si lo haces, los colores vendrán a jugar contigo" -respondió Ramón mientras daba un pequeño saltito.

José pensó en sus amigos y decidió que al día siguiente iba a organizar un desfile de juegos en el parque. A la mañana siguiente, fue al parque y al ver a sus amigos, les contó sobre su plan. Todos se entusiasmaron.

"¡Vamos a hacer el desfile más divertido de todos!" -dijo Ana, una de sus amigas.

Mientras todos se preparaban, José sintió que algo dentro de él cambiaba. No solo estaba emocionado por el desfile, sino que también quería asegurarse de que todos se divirtieran.

Una vez en el parque, comenzaron a jugar con los juguetes que traían. Pero justo en ese momento, notaron que algunos niños estaban sentados solos, sin jugar.

"¡Hey! ¡Vengan a jugar con nosotros!" -gritó José con alegría.

Los niños se miraron entre sí, pero al final, uno de ellos se acercó tímidamente.

"¿Podemos?" -preguntó.

"¡Claro! Cuantos más, mejor!" -respondió José, sonriendo.

Pronto, el desfile se llenó de risas y correos. Todos jugaban juntos, y la alegría se extendía como un abanico. José recordaba lo que Ramón le había dicho, y se sentía feliz al ver cómo todos se conectaban.

Cuando la tarde llegó a su fin y todos se despidieron, José sintió una ligera brisa en su cara, y sin saber por qué, decidió regresar a casa. Al llegar a su habitación, miró el cajón y sonrió.

Al abrirlo, encontró que el libro polvoriento estaba brilla y lleno de colores.

"¡Ah, Ramón! ¡Mira lo que encontré!" -gritó alegre.

El pequeño ratón salió del fondo del cajón, satisfecho con lo que había visto.

"¡Lo hiciste, José! Has compartido tu alegría con los demás, y así, la magia ha regresado. Ahora, cada vez que compartas tu alegría, otros estarán tan felices que los juguetes mágicos nunca se irán" -dijo Ramón, ahora brillando con colores vivos.

Desde ese día, José y Ramón se convirtieron en amigos inseparables, creando nuevas historias y aventuras juntos. Todos los niños en el barrio se unieron, y las risas nunca faltaron en el parque.

La magia del cajón había despertado, y así también lo había hecho el valor de la amistad y la generosidad, enseñando a todos que compartir la alegría es la mejor manera de hacer crecer la felicidad.

Y así, cada noche, mientras José soñaba, sabía que en su cajón siempre habría un amigo al lado de sus aventuras, y que la magia de su corazón solo crecía más y más.

FIN.

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