Josefína y el Gran Desvío
En un pequeño y colorido barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Josefína. Tenía una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor y siempre estaba dispuesta a ayudar a quienes la rodeaban. Sin embargo, había un pequeño problemita: Josefína se distraía con facilidad. Un día, mientras ayudaba a su mamá en la cocina, se olvidó de que tenía que pelar las zanahorias y se pasó un buen rato observando el vuelo de una mariposa que se coló por la ventana.
-Mamá, ¡mira! -exclamó Josefína, corriendo hacia la ventana.- ¡Una mariposa gigante!
- Josefína, cariño, vuelve aquí y termina de pelar las zanahorias -le dijo su mamá, con una sonrisa pero un poco preocupada por la distracción de su hija.
Josefína volvió a la tarea, pero pronto se perdió en sus pensamientos, imaginando que las zanahorias podían convertirse en un barco pirata. La cocina se llenó de risas y colores mientras ella exploraba su imaginación.
Esa misma tarde, Josefína tenía un compromiso muy importante: el club de lectura en el parque. Estaba emocionada por escuchar la historia del Capitán Valiente. Sin embargo, en camino, se distrajo con un grupo de niños que jugaban a la pelota.
- ¡Vamos a jugar! -gritó Josefína, corriendo hacia ellos.
- Pero Josefína, hoy es el club de lectura, ¿te acordás? -le recordó su amiga Sofía, que llegó justo a tiempo.
- ¡Es verdad! -exclamó, recordando de repente.- ¡El Capitán Valiente! -y corrió hacia el parque.
Cuando llegó, la reunión ya había comenzado, y Josefína estaba un poco triste. Sin embargo, al escuchar la voz de su amiga Sofía contando la historia, se la pasaba imaginando aventuras en alta mar. Pero, una vez más, su mente empezó a divagar: se imaginó a sí misma como una exploradora en busca de tesoros.
Al terminar la historia, Sofía se acercó a ella.
- Eso fue increíble, Josefína, pero se te notó mucho que estabas distraída. ¿Pudiste escuchar todo?
- Sí, creo que me perdí un poco, pero estaba pensando en ser exploradora como el Capitán Valiente -respondió Josefína con su sonrisa radiante.
- Bueno, deberías intentar prestar más atención. Tal vez podrías ser una gran exploradora si te concentras -la animó Sofía.
Josefína se sintió un poco preocupada. Sabía que era buena en muchas cosas, pero la distracción a veces la bloqueaba. Al volver a casa, se sentó a pensar en cómo podría concentrarse mejor. Pianito su tortuga, que siempre la observaba, le dio una gran idea.
- ¡Pianito, creo que deberíamos hacer un plan! -dijo entusiasmada.- Primero, haré una lista de actividades para cada día de la semana. Así podré recordar lo que tengo que hacer.
Con la ayuda de su mamá, Josefína hizo carteles coloridos con dibujos para cada tarea, desde ayudar en la cocina hasta jugar con sus amigos o leer. Era un plan ingenioso.
La semana siguiente empezó con energía. En la cocina, mientras pelaba las zanahorias, había un cartel que decía: “¡Concentrarse en cada tarea! ” y lo cumplió con dedicación. En el club de lectura, incluso hizo una recapitulación de la historia de esta semana.
- ¡Increíble, Josefína! -exclamó Sofía.- ¿Ves? ¡Te estás concentrando mejor!
Josefína se sintió orgullosa. Parecía que su plan estaba funcionando. Sin embargo, un día, mientras estaba organizando su habitación, vio una pelota de fútbol y no pudo resistir la tentación de salir a jugar. Al final, jugó con sus amigos, pero cuando volvió, se dio cuenta de que su habitación estaba más desordenada que antes.
- No puede ser, Pianito. Debo equilibrar la diversión con las responsabilidades -dijo, sentándose nuevamente a pensar.
Entonces, tuvo otra gran idea: cada vez que terminara una tarea a tiempo, se permitiría un pequeño tiempo de juego como recompensa.
- ¡Así será! -declaró con determinación.
Sus semanas siguieron, cada vez más organizadas y equilibradas. Josefína se dio cuenta de que aunque le gustaba jugar y soñar, también podía ser responsable. Con cada día que pasaba, su concentración mejoraba y cada vez más se divertía jugando sin descuidar sus cosas.
Un día, ya más segura, decidió organizar una presentación sobre lo que había aprendido en el club de lectura y su propio proceso para concentrarse mejor. Hizo los carteles, ensayó con su mamá y llegó al parque emocionada.
- ¡Hola a todos! -dijo Josefína, mirando a sus amigos.- Hoy les contaré cómo hice para prestar más atención y cómo eso me ayudó a disfrutar aún más de cada actividad.
Los niños escucharon fascinados mientras Josefína hablaba con confianza. Después de su presentación, todos la aplaudieron.
- ¡Sos una gran líder, Josefína! -dijo Sofía.
Josefína sonrió y se dio cuenta de que, aunque distraída, con un poco de esfuerzo y creatividad, había aprendido a encontrar un equilibrio entre su diversión y sus responsabilidades. Y lo más importante, había inspirado a otros a hacer lo mismo. Desde ese día, Josefína no dejó de soñar, pero también se volvió la mejor en concentrarse, demostrando que ser distraída no era un impedimento, sino un camino hacia la aventura.
FIN.