Jotita, un niño muy especial


Jotita era un niño muy especial. A sus 6 años, era trigueño y alto para su edad, vivía con su mamá en Quito y le encantaba el fútbol. Además, siempre estaba dispuesto a ayudar en los quehaceres domésticos. Jotita amaba mucho a sus Tatus, sus abuelitos Tatatu y Talalu. No había nada que le gustara más a Jotita que viajar para pasar vacaciones en Azogues.

Una mañana soleada, Jotita se despertó emocionado. Mamá le había dicho que hoy iban a Azogues para pasar las vacaciones con sus Tatus. Jotita se apresuró a preparar su mochila con todas sus cosas favoritas: su pelota de fútbol, su libro de cuentos y una foto de su familia. Al montarse en el auto, la emoción de Jotita era tan grande que no podía parar de hablar. -Mamá, ¿faltará mucho para llegar a Azogues? -preguntó Jotita con su carita llena de ilusión.

Al fin, después de un largo viaje, llegaron a la acogedora casa de sus Tatus. Jotita corrió hacia la puerta y, al abrirla, encontró a Tatatu y Talalu esperándolo con los brazos abiertos. Jotita los abrazó fuerte y les contó todas las travesuras que había hecho últimamente. Durante su estancia en Azogues, Jotita ayudaba a sus Tatus en el cuidado del jardín y en la preparación de las comidas. Observaba atentamente cómo Tatatu arreglaba su bicicleta y le pedía consejos para mantener la suya en buen estado.

Un día, Tatatu propuso a Jotita visitar un huerto cercano. Mientras caminaban, Tatatu le enseñaba el nombre de las plantas y les contaba cosas interesantes sobre su cuidado. -Mira Jotita, esta es una planta de tomate -dijo Tatatu. -Para que crezcan sanos, hay que regarlas con amor y paciencia, ¿entiendes? Jotita asintió con la cabeza y se comprometió a cuidar su propio espacio en el huerto.

De regreso a la casa, Jotita estaba emocionado por comenzar su propio huerto en casa. Mamá lo ayudó a preparar la tierra y le regaló algunas semillas y plantas para que empezara. Jotita cuidaba su pequeño huerto con mucha dedicación, recordando las enseñanzas de su Tatus sobre el amor y la paciencia que requerían las plantas.

Cuando las vacaciones llegaron a su fin, Jotita se despidió de sus Tatus con un nudo en la garganta. -No te preocupes, Jotita. Siempre estarás en nuestros corazones -le dijo Talalu con una sonrisa cálida. De vuelta en Quito, Jotita siguió cuidando su huerto con amor y paciencia, recordando las enseñanzas de sus Tatus en Azogues. Descubrió que el cuidado de las plantas era similar al cuidado de las relaciones con las personas: requería dedicación, paciencia y, sobre todo, mucho amor.

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