Juan aprende a compartir



Juan era un niño de 8 años que vivía en un orfanato. A pesar de tener amigos y compañeros con los que jugar, él siempre se mostraba reacio a compartir sus cosas.

Un día, mientras jugaban al fútbol en el patio del orfanato, uno de sus amigos le pidió prestado su pelota para seguir jugando. Juan se negó rotundamente: "No voy a prestarte mi pelota, es mía y no quiero que la rompas".

Sus amigos se sintieron decepcionados y tristes por la actitud de Juan. No entendían por qué no podía compartir algo tan simple como una pelota. Más tarde ese día, la directora del orfanato convocó a todos los niños para una reunión importante.

Les dijo que había llegado una nueva niña al orfanato llamada Sofía y les pidió que la recibieran con cariño y amabilidad. Juan no estaba muy emocionado con la idea de tener otra persona en el orfanato.

Prefería estar solo o jugar solo con sus cosas sin tener que compartirlas. Sin embargo, cuando Sofía llegó al orfanato, ella parecía muy tímida e insegura. No conocía a nadie allí y estaba asustada por estar en un lugar nuevo.

Los demás niños intentaron acercarse a ella para hacerla sentir bienvenida, pero Juan seguía siendo distante y poco amistoso.

Un día después de clase, mientras todos los niños estaban sentados haciendo sus tareas escolares juntos en el comedor del orfanato, Sofía empezó a llorar desconsoladamente. Todos trataron de consolarla pero nadie sabia lo qué pasaba hasta que Juan se acercó a ella y le preguntó qué sucedía.

Sofía le explicó que extrañaba mucho a su mamá y que tenía miedo de nunca volver a verla. Juan, sorprendido por la tristeza de Sofía, decidió hacer algo para ayudarla. Se levantó de su silla y fue hasta su habitación. Regresó con un pequeño oso de peluche que siempre llevaba consigo.

Se lo dio a Sofía y le dijo: "Toma, esto te hará sentir mejor. Es mi oso favorito". Los demás niños quedaron sorprendidos al ver cómo Juan compartió algo tan valioso para él con alguien más.

Pero lo más importante es que Sofía sonrió por primera vez desde que llego al orfanato. A partir de ese día, Juan empezó a compartir sus cosas con los demás niños del orfanato sin dudarlo ni un segundo.

Había descubierto que no hay nada más gratificante que hacer feliz a alguien más. La moraleja de esta historia es simple pero poderosa: compartir nuestras cosas puede hacernos sentir bien e incluso ayudar a otros en momentos difíciles.

No tengas miedo de ser generoso y amable con quienes te rodean.

FIN.

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