Juan y Abigael en el Espacio Infinito



Había una vez, en un pequeño barrio de Buenos Aires, dos hermanos llamados Juan y Abigael. Desde pequeños, soñaban con ser astronautas y explorar el vasto universo que los rodeaba. En su habitación, llena de posters de planetas y cohetes, pasaban horas construyendo sus propios modelos de naves espaciales con cajas de cartón, latas y muchas ganas de aventura.

Un día, mientras jugaban a construir su cohete, Abigael encontró un viejo libro en el desván de su abuelo. El libro hablaba sobre las estrellas, los planetas y los secretos del espacio.

"¡Mirá esto, Juan! Dice que hay una forma de hacer un viaje espacial en nuestra imaginación", exclamó emocionada.

"¿Cómo?", preguntó Juan con los ojos brillantes de curiosidad.

"¡Con solo cerrar los ojos y soñar!", respondió Abigael.

Intrigados, los hermanos decidieron que esa noche, después de la cena, cerrarían los ojos y dejarían volar su imaginación. Así lo hicieron. Con sus cuerpos tumbados en el suelo y las manos entrelazadas, se concentraron con todas sus fuerzas. De repente, sintieron un cosquilleo y, al abrir los ojos, se encontraron en la cabina de un enorme cohete.

"¡Estamos en el espacio!", gritó Juan con emoción.

Abigael miró por la ventana y vio planetas de todos los colores: rojo, azul, verde.

"¡Mirá ese planeta azul! Debe ser agua, ¡podemos aterrizar ahí!", dijo señalando con el dedo.

Decidieron aterrizar y, al bajar del cohete, se encontraron con un paisaje impresionante: océanos brillantes, montañas de cristal y criaturas de colores nunca antes vistos.

"¿Qué haremos ahora?", preguntó Juan.

"Vamos a explorar, ¡esto es increíble!", respondió Abigael.

Mientras caminaban, encontraron a una amable criatura que se presentó como Zorlo. Tenía escamas de colores y ojos grandes y brillantes. Zorlo los llevó a su casa, donde les mostró un mapa galáctico con lugares fascinantes.

"¿Quieren conocer el Planeta de las Ideas?", preguntó excited Zorlo.

"¡SÍ!" gritaron los hermanos al unísono.

El viaje hacia el Planeta de las Ideas estaba lleno de sorpresas. Encontraron meteoritos que cantaban y estrellas que brillaban con una intensidad especial. Al llegar al planeta, vieron que estaba lleno de actividades increíbles: talleres de ciencia, arte y hasta un espacio para inventar.

"¡Mirá, Juan! Aquí podemos crear nuestro propio cohete con elementos del espacio", dijo Abigael emocionada.

"Y también podemos aprender a hacer música con esas estrellas brillantes allá atrás", agregó Juan señalando un grupo de niños que tocaban melodías.

Los hermanos pasaron horas en el planeta, haciendo amigos y aprendiendo sobre la importancia de trabajar juntos y compartir ideas. Sin embargo, cuando empezaron a sentir la necesidad de volver a casa, se dieron cuenta de que su tiempo estaba por terminar. Zorlo, que había estado observando a los hermanos, se acercó a ellos y dijo:

"No se preocupen, siempre pueden volver a visitarnos en sus sueños. Pero recuerden: el espacio es infinito, y así también lo son las ideas y los sueños. Mantengan la curiosidad viva siempre".

Con una sonrisa, los hermanos se despidieron de Zorlo y, al cerrar los ojos nuevamente, sintieron el mismo cosquilleo que los llevó de regreso a su hogar. Despertaron en su habitación, riendo y hablando sobre todas las aventuras que habían vivido.

"¿Creés que podríamos hacer algo así de nuevo?", preguntó Juan.

"Por supuesto, nuestro viaje no termina aquí. Mañana podemos seguir explorando`, respondió Abigael.

Desde ese día, Juan y Abigael nunca dejaron de soñar y aprender sobre el universo. Sabían que, aunque su aventura en el espacio había sido solo en su imaginación, las ideas y los valores que habían adquirido en el Planeta de las Ideas los acompañarían siempre. Así que, cada noche antes de dormir, cerraban los ojos, viajaban lejos y despertaban con ganas de descubrir y crear.

Y así, en su pequeño hogar de Buenos Aires, estos dos soñadores sabían en su corazón que el espacio y sus posibilidades eran infinitas, igual que su amor por la aventura.

FIN.

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