Juan y el Arcoíris de la Valía
Había una vez un niño llamado Juan que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Desde que tenía memoria, Juan se había sentido atrapado en un torbellino de miedos: miedo a la oscuridad, a las tormentas y hasta a hablar en clase. Todos los días se preocupaba por lo que podría salir mal.
Una tarde, mientras su abuela tejía en la terraza, Juan se acercó con la cabeza agachada y los ojos llenos de tristeza.
"Abuela, tengo miedo..." - susurró Juan, con la voz temblorosa.
La abuela, con una sonrisa tierna, lo miró a los ojos y respondió:
"¿Qué es lo que te preocupa, mi cielo?"
"Me da miedo la oscuridad y no quiero ir a la escuela porque me da vergüenza hablar frente a mis compañeros..."
La abuela lo abrazó con cariño y le dijo:
"Entiendo, Juan. Los miedos son como sombras que se esconden en la oscuridad. Pero a veces, cuando les hacemos frente, esas sombras se desvanecen."
Con una chispa de curiosidad, Juan la miró.
"¿Cómo puedo hacer eso?" - preguntó.
"Vamos a hacer un juego. Cuando caiga la noche, te llevaré al jardín. Juntos miraremos las estrellas. A ver si así aprendemos a enfrentar esos miedos juntos."
Esa noche, Juan observó cómo la abuela sacaba una manta y se sentaba en el jardín, bajo el manto estrellado. Juan, aunque un poco nervioso, se sentó a su lado.
"Mira esas estrellas, Juan. Cada una brilla en la oscuridad, a pesar de que la noche pueda parecer aterradora. ¿Ves?"
"Sí, pero a veces se ocultan detrás de las nubes..." - repuso Juan.
"Es verdad, pero siempre están ahí. A veces, los miedos son como nubes que cubren esas estrellas. Solo necesitamos tener paciencia y esperar que se despejen. Vamos a imaginar que cada estrella es un valor que tenemos. Puedes elegir uno para iluminar tus miedos. ¿Cuál eliges?"
Juan reflexionó por un momento y después sonrió.
"Voy a elegir el valor de la valentía. Quiero ser valiente cuando hable en clase y cuando esté a oscuras."
Su abuela asintió, satisfecha.
"Excelente elección. Ahora vamos a invocar a la valentía. Desde hoy, cada vez que sientas miedo, cierra los ojos, respira hondo y piensa en esa estrella brillante. Recuérdale a tu corazón que eres más fuerte de lo que crees."
Los días pasaron y, con cada pequeño desafío, Juan comenzó a aplicar lo que su abuela le había enseñado. Un día, en la escuela, la maestra pidió a los alumnos que compartieran algo interesante que hubieran aprendido. El corazón de Juan latía con fuerza, pero recordó la estrella de la valentía.
"Yo puedo hacerlo…" - se decía a sí mismo.
Finalmente, levantó la mano, sintiendo cómo la fuerza de la estrella iluminaba su pecho.
"Yo quiero hablar…" - dijo, y sorprendentemente, se oyó claramente.
Cuando terminó, sus compañeros lo aplaudieron. Juan sonrió, comprendiendo que había vencido a su miedo. De camino a casa, se encontró con una tormenta repentina. En lugar de correr asustado, se acordó de mirar el cielo y gracias a sus enseñanzas, decidió saltar bajo la lluvia.
"¡Soy valiente!" - gritó, riendo con cada gota.
Esa noche, volvió al jardín y le contó a su abuela lo que había logrado.
"Abuela, hablé en la escuela y no tuve miedo. Y también jugué en la lluvia. ¡Fue divertido!"
La abuela se mostró muy orgullosa.
"Ves, Juan, cada día puedes brillar un poco más. Los miedos nunca desaparecen del todo, pero tú puedes elegir cómo enfrentarlos. Cada vez que los enfrentes, se volverán más pequeños, como sombras que se desvanecen con la luz."
Desde entonces, Juan se sintió más seguro y confiado. Aprendió que todos tenemos miedos, pero lo más importante es cómo decidimos enfrentarlos. Así, con cada pequeño desafío, se convertía en un niño más valiente.
Y así, Juan no solo aprendió de su abuela, sino que también descubrió un mundo lleno de luces, colores, y un arcoíris de valía y fuerza dentro de él.
FIN.