Juan y el Desayuno Mágico



Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Arandelle, y Juan había decidido levantarse más temprano de lo habitual. Con una gran sonrisa en su rostro, pensó: "Hoy será un día especial. Voy a ir por el desayuno antes que nadie. ¡Quizás hasta encuentre algo mágico!"-

Desde su casa, corrió hacia la panadería de Doña Rosa. Cuando llegó, notó que había un olor delicioso en el aire. La puerta de la panadería estaba entreabierta.

"¡Hola, Juan!"- saludó Doña Rosa, con su voz cálida. "¿Qué haces tan temprano?"-

"Vine por un desayuno especial, Doña Rosa. ¡Me levanté temprano porque quiero disfrutar del mejor pan de la ciudad!"-

"¡Qué bien! Hoy tengo algo nuevo para ofrecer, un pan que brilla como las estrellas"-, le dijo Doña Rosa con una sonrisa cómplice.

"¿Brilla?"- preguntó Juan, intrigado.

"Sí, es un pan que hice anoche con una receta mágica. Solo se puede probar a la hora del amanecer, así que eres el primero en llegar. ¡Ven, ven!"-

Juan no podía creerlo. Nunca había escuchado sobre un pan especial que solo se podía comer temprano. Doña Rosa le entregó un trozo de pan que, efectivamente, parecía estar iluminado con luz propia.

Mientras Juan disfrutaba del pan, notó algo extraño. Cada bocado que daba, no solo era delicioso, sino que también le daba energía y lo hacía sentir más creativo. De repente, una idea brillante cruzó su mente.

"¡Voy a hacer un dibujo!"- exclamó.

"¿Vas a dibujar?"- preguntó Doña Rosa, sorprendida.

"Sí, voy a dibujar lo que veo a mi alrededor, pero con colores brillantes y felicidad."-

Juan se sentó con su cuaderno en un rincón del parque, justo frente a la panadería. Comenzó a dibujar flores, árboles, y el sol sonriendo en el cielo. Las personas que pasaban se detenían a mirar su trabajo.

Entre ellos, estaba su amiga Clara, quien no pudo resistirse a acercarse.

"¡Juan! ¡Tus dibujos son hermosos!"- le dijo, maravillada.

"Gracias, Clara. Todo gracias a este pan mágico de Doña Rosa, que me ayudó a tener tantas ideas"-, explicó él con entusiasmo.

Clara sonrió."¿Puedo intentar dibujar también?"-

"Claro, ven y siéntate conmigo. Crée un mundo lleno de colores"- invitó Juan. Así, los dos empezaron a dejar volar su imaginación y a dibujar juntos.

A poco de terminar sus obras, otros niños del barrio se unieron a ellos. "¡Hola! ¿Podemos dibujar también?"- preguntaron.

"Sí, vengan, cuanta más gente, más divertido será!"- dijo Juan.

Pronto había un grupo de niños riendo y creando arte en el parque. Doña Rosa, al ver la alegría que el pan mágico había traído, decidió salir a ofrecerles más pan para todos. "¡Niños! ¡Vengan que tengo más pan brillante!"-

"¡Gracias, Doña Rosa!"- gritaron todos. El aire se llenó de risas y música mientras compartían el desayuno y su creatividad.

"¿No es increíble cuando uno se levanta temprano?"- observó Juan mientras todos disfrutaban del desayuno y los dibujos que habían hecho juntos.

"¡Sí! A veces las mejores aventuras empiezan cuando menos lo esperamos!"-, agregó Clara.

Ese día, no solo disfrutaron de un desayuno delicioso, sino que también aprendieron algo valioso: que a veces, los momentos más mágicos surgen cuando uno se anima a levantarse un poco más temprano y a compartir con los demás.

Y así, en el pueblo de Arandelle, el desayuno mágico se convirtió en una tradición, con niños llegando temprano a dibujar y disfrutar del pan brillante de Doña Rosa. E incluso Juan nunca volvió a olvidar lo especial que podía ser comenzar el día con un poco de energía y creatividad.

FIN.

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