Juan y el Jardín Encantado
Era un día soleado en el barrio y los pájaros cantaban alegres en los árboles. Juan, un niño de cinco años, estaba sentado en el sillón de su casa, con una expresión de preocupación en su rostro. Sabía que ese día tenía que ir al jardín infantil, pero no podía dejar de pensar en lo que le daba miedo.
"¿Por qué tengo que ir?" - se quejaba Juan, mientras su mamá, Clara, le peinaba el cabello.
"Porque es un lugar divertido, Juan. Vas a jugar con tus amigos, y la maestra te enseña cosas nuevas" - le respondió su mamá, tratando de animarlo.
"¡Pero tengo miedo!" - exclamó Juan, apretando sus manos sobre las rodillas. Pensaba en las historias que le contaban sobre monstruos en el jardín, sobre sombras que podían salir de los rincones y sobre los ruidos extraños que había escuchado algún día en la escuela.
Clara se arrodilló frente a él y lo miró a los ojos. "¿Sabés qué?" - dijo con una sonrisa. "En el jardín hay un tesoro escondido. Cada día, los niños que tienen valentía pueden ayudar a encontrarlo".
"¿Un tesoro?" - preguntó Juan, intrigado.
"Sí, pero solo lo encuentran aquellos que enfrentan sus miedos. Es una aventura maravillosa" - explicó su mamá.
La idea de un tesoro lo hizo reflexionar. "Pero, ¿y si veo un monstruo?" - preguntó con un hilo de voz.
"Los monstruos son simplemente sombras de nuestros miedos, Juan. Cuando enfrentas algo que te asusta, esos monstruos desaparecen" - le dijo Clara.
Con las palabras de su mamá resonando en su cabeza, Juan decidió intentar ir al jardín. Mientras caminaban hacia allí, cada paso se sentía como un pequeño desafío. Algo en su interior le decía que era una aventura importante.
Al entrar al jardín, se encontró con sus compañeros, y aunque el primer momento fue de nervios, algo inesperado ocurrió.
"¡Juan!" - exclamó su amiga, Sofía. "¡Ven a jugar con nosotros! Estamos buscando el tesoro que nos dijo la maestra".
"¿El tesoro?" - repitió Juan, ahora más curioso que asustado.
"Sí, hay pistas en el patio. ¡Vamos!" - la animó Sofía.
Juan se unió al grupo y juntos comenzaron a buscar pistas. Iban de un lado a otro, riendo y disfrutando del juego. Al llegar a un rincón del patio, encontraron una pista que los llevó a otro lugar. Sin darse cuenta, todos olvidaron el miedo, y Juan se sentía cada vez más cómodo.
"Mirá, un mapa de aventuras" - gritó Tomás, otro compañero. El mapa era una serie de dibujos de árboles, balancines y flores.
"Esto es una verdadera búsqueda del tesoro" - dijo Juan, emocionado. Así, siguieron explorando. Cada paso que daban lo llenaba de valentía. Juan comenzó a darse cuenta de que no había monstruos en el jardín, solo aventuras esperándolo.
Cuando finalmente llegaron al lugar señalado en el mapa, empezaron a cavar con sus manos. Con un gran esfuerzo, descubrieron una caja llena de juguetes y libros. Todos gritaron de alegría y comenzaron a celebrar.
"Lo logramos!" - festejó Sofía.
"¡Sí! Sin el miedo, no lo hubiésemos encontrado" - dijo Juan, sintiendo que ya no había lugar para el miedo en su corazón.
Al volver a casa esa tarde, Juan tenía una gran sonrisa en su rostro. "Mamá, hoy enfrenté mi miedo en el jardín. Era solo un gran juego y el tesoro era real" - le dijo.
"Estoy muy orgullosa de vos, Juan. Siempre habrá tesoros esperando a los que se atreven a enfrentar lo que les da miedo" - respondió Clara abrazándolo.
Desde ese día, Juan aprendió que enfrentar sus miedos era el primer paso para descubrir las maravillas del mundo, y que muchas veces, detrás de un temor, hay aventuras espectaculares esperando ser vividas. El jardín no solo se convirtió en su lugar favorito, sino en un espacio donde siempre había un nuevo tesoro por encontrar.
FIN.