Juan y el Misterio de la Navidad
Era una mañana fría de diciembre en el pequeño pueblo de Villa Alegría. Todos estaban emocionados por la llegada de la Navidad, menos Juan, un niño que solía decir con desdén:
"¿Qué tiene de divertido la Navidad? Solo es ruido y luces. ¡No me gusta!"
Juan siempre se apartaba de sus amigos que corrían por el parque adornado con luces brillantes y coloridas. Se sentaba solo en un rincón, mirando cómo todos se reían y compartían historias sobre sus tradiciones.
En su casa, su mamá intentaba animarlo.
"Juan, hoy vamos a hacer galletitas de jengibre, ¿te gustaría ayudarme?"
Pero Juan, con un gesto de desinterés, respondía:
"No, prefiero ver televisión."
Un día, decidió salir a caminar por el pueblo. Mientras paseaba, notó que la plaza estaba llena de gente decorando el árbol de Navidad. A lo lejos, escuchó a un grupo de niños cantando villancicos. Juan hizo una mueca y dijo para sí mismo:
"Siempre lo mismo, ¿por qué les entusiasma tanto?"
Pero, cuando se acercó un poco más, escuchó la voz de su amiga Sofía, que gritaba:
"¡Juan, ven! ¡Estamos armando una cabaña de invierno!"
Juan, aunque reticente, decidió acercarse un poco más.
"¿Cabaña de invierno? Eso suena... interesante."
Los niños estaban recogiendo ramitas y piñas del suelo. Sofía lo miró con una sonrisa:
"Estamos construyendo una cabaña para recibir a Santa. Ven, ayúdanos a juntar más cosas."
Juan dudó, pero algo en la oferta lo intrigaba.
"Está bien, un ratito nada más."
Y a medida que recogía piñas y ramas, comenzó a sentir una chispa de emoción.
Después de un rato, se unió a ellos construyendo la cabaña. Todo se llenó de risas, bromas, y la magia del momento comenzó a contagiarlo. Una niebla de escepticismo se desvanecía lentamente.
Cuando terminaron, todos se sentaron alrededor de la cabaña de invierno y encendieron unas luces. Sofía miró a Juan y le preguntó:
"Juan, ¿ahora qué pensás sobre la Navidad?"
Juan, sintiéndose un poco ruborizado, contestó:
"No sé, me parece... divertido. Pero también confuso. ¿Por qué tanta alegría en un solo día?"
Justo cuando Sofía iba a responder, se escuchó un rugido de risa a sus espaldas. Era el abuelo de Sofía, el querido Don Luis, que pasó por allí y se detuvo para mirar la cabaña de invierno.
"¡Vaya! ¡Qué hermosa cabaña! Esto me recuerda a cuando yo y mis amigos hacíamos algo parecido. Cada año hacíamos algo especial para compartir. La Navidad no solo se trata de recibir, también es de dar. ¿Han pensado en hacer algo por otros?"
Juan arqueó una ceja entre sorprendido y intrigado. No había pensado en eso antes.
"¿Hacer algo por otros?"
Confundido miró a Sofía.
"¿Qué podríamos hacer?"
"Podríamos preparar galletitas y llevarlas a la casa de los abuelitos del barrio, para que también tengan una Navidad linda" - sugirió ella sonriendo.
La idea comenzó a circular entre los niños y se llenaron de energía.
"¡Vamos a hacerlo!" - gritaron todos a la vez.
Así que, esa misma tarde, Juan se fue a casa lleno de nuevas ideas. Esta vez, aceptó la invitación de su madre para hacer galletitas.
"Mamá, ¡quiero ayudarte!"
Su madre se sorprendió, pero sonrió encantada.
"¡Claro, cariño!"
Con mucha alegría, pasaron la tarde horneando y decorando galletitas.
Los días siguientes pasaron volando mientras Juan y sus amigos planificaban su misión. La noche de Navidad finalmente llegó, y, con sus galletitas en una bandeja, caminaron juntos hacia la casa de los abuelitos.
Cuando llegaron, Don Ramón y Doña Clara los recibieron con abrazos y sonrisas.
"¡Pero qué sorpresa! No deberían haberse molestado tanto," dijo Don Ramón.
"¡Pero queríamos compartir la alegría con ustedes!" - respondió Juan, lleno de emoción.
Esa noche, mientras se sentaban, comían galletitas y contaban historias, Juan se dio cuenta de algo muy especial. La Navidad no era solo ruido y luces, sino un momento para estar juntos, para dar amor, y hacer felices a los demás.
Al final de la noche, Juan miró al cielo estrellado y sonrió, con el corazón lleno de alegría. La Navidad, que alguna vez le pareció indiferente, ahora significaba comunidad, amistad, y mucho más.
Desde entonces, cada año, Juan se convirtió en el niño más entusiasta de la Navidad, siempre listo para recibir a quienes necesitaban un poco de magia en sus vidas.
FIN.