Juan y el Poder de la Amistad



Había una vez en un colorido jardín de infantes, un niño llamado Juan. Juan era alguien muy especial, tenía una risa contagiosa y siempre estaba lleno de energía. Sin embargo, había un pequeño problema: a veces, se ponía un poco brusco al jugar con sus amigos.

Un día soleado, sus amigos, Clara, Tomás y Lila, estaban jugando a las escondidas. Juan quería unirse, pero en lugar de pedir permiso, decidió empujar a Tomás para que se apartara y poder buscar escondites.

"¡Juan! No hagas eso, ¡me lastimaste!" - gritó Tomás, con una mezcla de sorpresa y dolor.

"¡Pero es solo un juego!" - respondió Juan, sin darse cuenta de que sus acciones lastimaban a su amigo.

Tras este incidente, Clara, Lila y Tomás se miraron preocupados. Aunque querían a Juan, comenzaban a sentir miedo de que sus juegos se tornaran peligrosos.

"No sé si deberíamos invitar a Juan a jugar más..." - dijo Clara, con un susurro.

"Yo lo quiero, pero a veces da miedo jugar con él" - agregó Lila, pensativa.

Así fue como, sin querer, Juan empezó a jugar solo. Se sentía triste al ver que sus amigos se reían y se divertían sin él.

Un día, Juan encontró un libro en la biblioteca del jardín de infantes sobre un superhéroe que podía volar. Mientras pasaba las páginas, leyó una frase que le hizo pensar: "La verdadera fuerza no está en empujar a los demás, sino en ser amable y hacer que los demás se sientan bien".

Esa noche, Juan se quedó reflexionando sobre lo que había aprendido. Al día siguiente, decidió que iba a cambiar, y que quería volver a jugar con sus amigos.

Cuando llegó al jardín de infantes, vio a Clara, Lila y Tomás jugando a la pelota. Nervioso pero decidido, se acercó.

"¡Hola amigos! ¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó Juan, con una sonrisa esperanzadora.

"Claro, pero juega tranquillo, por favor" - dijo Lila, un poco insegura.

Juan asintió, y para sorpresa de todos, se comportó de maravilla. En lugar de empujar o arrebatar la pelota, se turnó con sus amigos y los animó durante el juego.

"¡Bien, Tomás! ¡Qué lindo gol!" - exclamó Juan, aplaudiendo con ganas.

Con el paso de los días, Juan continuó mostrando su lado amable y respetuoso. Con cada juego, sus amigos empezaron a olvidarse de la versión brusca de Juan que habían conocido.

"¡Sos un gran amigo, Juan!" - le dijo Clara un día mientras compartían una merienda.

"Gracias, Clara. Me di cuenta que jugar es mucho mejor cuando todos se sienten bien" - respondió Juan con una sonrisa.

De esta manera, Juan no solo recuperó a sus amigos, sino que también aprendió una lección valiosa: que la verdadera amistad implica respeto y amabilidad. Todos en el jardín de infantes descubrieron que Juan era el mejor compañero de juegos, porque había aprendido a cuidar de los demás, y sus risas llenaban el lugar con alegría.

Y así, Juan y sus amigos vivieron muchas aventuras juntos, cultivando una amistad más fuerte que nunca. Nunca olvidaron que en los juegos, aunque siempre debe haber emoción, lo más importante es que todos se sientan incluidos y felices.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!