Juan y el poder de la empatía
Había una vez un niño llamado Juan que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles frondosos.
Juan tenía diez años y le encantaba jugar al fútbol con sus amigos, leer cuentos de aventuras y dibujar en su cuaderno de colores brillantes. Sin embargo, últimamente algo le preocupaba mucho a Juan. Cuando llegaba el momento de ir a la escuela, sentía un nudo en el estómago y las piernas le temblaban.
¿El motivo? Un grupo de compañeros mayores se burlaba de él constantemente por ser diferente. Le decían cosas hirientes y lo empujaban en el recreo, haciéndolo sentir triste y solo. Un día, Juan decidió no ir más a la escuela.
Les contó a sus padres lo mal que la estaba pasando y les dijo que no quería volver a ese lugar donde se sentía tan maltratado. Sus padres, preocupados por su hijo, decidieron hablar con la maestra para buscar una solución.
La maestra, una mujer amable y comprensiva, convocó a una reunión con los padres de los niños que estaban molestando a Juan.
Les explicó la situación con firmeza pero también con ternura, instándolos a reflexionar sobre el daño que estaban causando. Al día siguiente, cuando Juan llegó a la escuela dispuesto a enfrentarse nuevamente al bullying, algo sorprendente sucedió. Los niños que solían molestarlo se acercaron tímidamente y le pidieron disculpas sinceras por su comportamiento cruel.
Juan aceptó las disculpas con valentía y les habló desde el corazón: "-Entiendo que tal vez no comprendían cómo me sentía yo cuando me hacían bullying. Pero todos somos diferentes y eso es lo que nos hace únicos e interesantes.
"Desde ese día, los antiguos —"bullys" se convirtieron en amigos inseparables de Juan. Juntos jugaron al fútbol, compartieron cuentos e incluso descubrieron nuevas formas creativas de dibujar en el cuaderno brillante de Juan.
La historia de Juan dio un giro inesperado gracias al poder del diálogo honesto, la empatía y la voluntad de cambiar las cosas para mejor.
Ya no había espacio para el bullyng en ese pequeño rincón del mundo donde cada niño era libre para ser quien realmente era sin miedo ni prejuicios. Y así fue como Juan aprendió una gran lección: nunca hay que rendirse ante las dificultades ni permitir que nadie apague nuestra luz interior.
Porque todos merecemos brillar con nuestra propia luz única e irrepetible en este maravilloso universo lleno de posibilidades infinitas.
FIN.