Juan y el Regalo de Navidad
Había una vez un niño llamado Juan que vivía en un pequeño pueblo. Juan solía ser muy travieso y no le importaba mucho la escuela. "¿Para qué estudiar?", se decía a sí mismo mientras jugaba en la plaza con sus amigos. Juan prefería correr detrás de una pelota que estar sentado en aula. Pero todo eso cambió cuando escuchó algo que le llamaría la atención.
Era un hermoso día de diciembre, y Juan estaba jugando cuando pasó cerca de la escuela. Desde adentro, escuchó a su maestra, la señora Martínez, hablando con los otros niños.
"Recuerden, chicos, este año tenemos una tradición nueva. Todos los que no estudien y se porten mal, no recibirán regalos de Navidad".
Juan se detuvo en seco. Si él no cambiaba su actitud, podría quedarse sin su regalo. No podía creerlo.
"¡No, esto no puede estar pasando!", pensó Juan.
Esa noche, mientras trataba de dormir, no podía dejar de pensar en lo que había escuchado. Su mente se llenó de imágenes de todos los juguetes que deseaba recibir: el último videojuego, una bicicleta nueva y un set de Lego gigante.
Decidido a cambiar, al día siguiente, Juan llegó a la escuela con toda la energía del mundo.
"Señora Martínez, hoy voy a ser el mejor alumno!", exclamó con una sonrisa.
La maestra sonrió, sorprendida por ese cambio de actitud. "¡Eso es genial, Juan! ¡Estoy segura de que te irá muy bien!" Los otros niños, al principio, se rieron de él.
"¿Juan estudiando? No lo creo", dijo Sebastián, uno de sus compañeros.
Pero Juan no se desanimó. Se concentró en los estudios y en hacer todas las tareas. Pasaba horas revisando sus libros y haciendo dibujos sobre lo que había aprendido.
Un día, la señora Martínez realizó un examen sorpresa. Todos los niños estaban nerviosos, pero Juan se sentía seguro. Cuando recibieron las notas, la maestra dijo:
"¡Muy bien, chicos! Juan ha sido el mejor de la clase. ¡Sacó un diez!"
Los demás niños quedaron asombrados, y Juan se resbaló en su asiento, sufriendo más de un bullicio por sus compañeros.
"¡No puedo creerlo, Juan!", le dijo Marta, su amiga. "¡Eres increíble!"
La Navidad se acercaba, y la señora Martínez anunció una fiesta especial en la escuela, donde entregarían un premio a los buenos estudiantes.
"Recuerden que solo los que estudien y se porten bien recibirán regalos", repitió, mientras Juan miraba con emoción.
El día de la fiesta, el aula estaba adornada con luces y globos. Todos los padres estaban presentes. Juan, nervioso pero emocionado, no podía esperar para ver qué regalo recibiría.
Al final de la fiesta, la señora Martínez comenzó a entregar los regalos.
"Y el último regalo, el más especial de todos, va para el niño que ha demostrado un gran esfuerzo y dedicación... ¡Juan!"
"¡Sí! ¡Lo hice!", gritó Juan, lleno de alegría mientras subía al escenario.
Cuando recibió su regalo, que resultó ser una hermosa bicicleta roja, se sintió el niño más afortunado del mundo.
"Gracias, señora Martínez. Prometo seguir estudiando y portándome bien", dijo agradecido.
Al salir de la escuela, Juan se montó en su nueva bicicleta y pedaleó con una sonrisa radiante. Sus amigos lo aclamaban:
"¡Vamos, Juan! Te vemos genial!"
Celebraron la Navidad juntos y, desde ese día, Juan comprendió que el estudio y el buen comportamiento no solo le traían recompensas, sino también la satisfacción de ser un buen amigo.
Y así, terminó el año en el pueblo con un Juan diferente: un niño feliz, que aprendió que esforzarse siempre vale la pena. Pero lo más importante, Juan descubrió que estudiar y portarse bien es un regalo que uno se da a sí mismo.
Fin.
FIN.