Juan y la Maratón de los Sueños
Había una vez un niño llamado Juan que vivía en un pequeño pueblo. Juan era muy entusiasta y siempre soñaba con ser atleta. Pasaba horas corriendo en el parque, imaginando que era un gran corredor. Un día, se enteró de que iba a celebrarse una maratón para niños en su pueblo. La noticia le emocionó mucho.
"¡Mamá, mamá! ¡Voy a participar en la maratón!" - exclamó Juan, saltando de alegría.
"¡Eso suena genial, Juan! Si entrenás duro, estoy segura de que lo harás muy bien", le respondió su madre con una sonrisa.
Juan comenzó a entrenar con entusiasmo. Todos los días se despertaba temprano, corría en el parque y practicaba su velocidad. Sin embargo, un día, mientras entrenaba, Juan tuvo un accidente. Se tropezó con una piedra y se torció el tobillo.
"¡Ay!" - gritó Juan, sintiendo un dolor agudo.
"¿Juan, estás bien?" - preguntó su amigo Lucas que pasaba por allí.
"No, me duele el tobillo. Creo que no podré correr en la maratón" - responde Juan con lágrimas en los ojos.
"No te preocupes, Juan. Aún hay tiempo para recuperarte. Debés ir al médico a revisarte" - le aconsejó Lucas.
Juan fue al médico y, aunque su tobillo estaba esguinzado, el doctor le dijo que podría volver a correr al cabo de unos días con un poco de descanso.
"Aún puedes hacer lo que te gusta, pero tenes que cuidarte" - le dijo el médico.
Decidido a no rendirse, Juan comenzó a hacer ejercicios que no requerían correr, como nadar y andar en bicicleta. Con el tiempo, su tobillo sanó y volvió a sus entrenamientos. Sin embargo, se dieron cuenta de que quedaba muy poco tiempo para la maratón.
"¿Crees que tendré tiempo para estar listo?" - se preguntó Juan.
"Sí, pero tendrás que esforzarte el doble y mantener una buena alimentación" - le dijo su madre alentarle.
A medida que se acercaba la maratón, Juan empezó a sentir nervios. El día de la carrera llegó, y Juan se encontraba entre los participantes, sentía una mezcla de emoción y temor. Antes de la carrera, conoció a otros niños que también habían entrenado duro, como Sofía y Mateo.
"¡Hola! ¿Estás listo para la carrera?" - le preguntó Sofía.
"Más o menos, estoy un poco nervioso" - respondió Juan.
"No te preocupes, somos amigos y al final lo más importante es disfrutarlo" - intervino Mateo.
Juan sonrió. Cuando la carrera comenzó, sintió que sus patas eran plumas. Corrió, corrió y corrió. En el primer kilómetro, se dio cuenta de que estaba compitiendo muy bien. Sin embargo, al acercarse al segundo kilómetro, empezó a fatigarse.
"¡Vamos, Juan!" - le gritó Sofía desde atrás.
Recordando las palabras de sus nuevos amigos, Juan se obligó a mantenerse en pie. Pero cuando quedaba poco para llegar a la meta, una vez más sintió un dolor punzante en su tobillo. Aun así, no se detuvo. Se acordó de lo importante que había sido para él entrenar con esfuerzo y había llegado hasta allí, con amigos que lo alentaban.
Ese último esfuerzo le dio alas a Juan. Logró cruzar la línea de meta, y lo que no se esperaba era escuchar el aplauso y los gritos de emoción de su mamá, así como de sus nuevos amigos.
"¡Lo lograste, Juan! ¡Sos un campeón!" - gritaron todos juntos.
Juan se desmayó del cansancio, pero al instante se levantó con una gran sonrisa. Aunque no llegó primero, había vencido su propio miedo y dolor, y eso era mucho más importante.
"Nunca pensé que podría correr junto a ustedes, amigos" - dijo Juan, mirando a Sofía y Mateo.
"Y lo hiciste, Juan. ¡Esto es solo el comienzo de muchas más aventuras!" - respondió Sofía.
Desde entonces, Juan y sus nuevos amigos continuaron entrenando juntos, se apoyaron mutuamente y formaron un lazo muy especial. Había aprendido que la verdadera victoria no era solo cruzar la meta primero, sino compartir el viaje con quienes te rodean. E incluso si uno no siempre gana, lo más importante es que siempre se puede aprender y mejorar, en amistad y en esfuerzo.
Y así, Juan siguió persiguiendo sus sueños, con el corazón lleno de alegría y nuevos amigos a su lado.
FIN.