Juan y los Derechos de Todos
En una pequeña aldea de nuestro país, había un joven llamado Juan. Desde muy chico, había mostrado una gran curiosidad por el mundo que lo rodeaba. Una tarde, mientras paseaba por el bosque cercano, decidió que era momento de resolver una inquietud que lo acompañaba: ¿qué son realmente los derechos y deberes de las personas?
Con ese pensamiento en mente, fue a buscar a su abuelo, Don Manuel, conocido por ser "el sabio de la aldea". Al llegar a su casa, encontró a su abuelo sentado en su mecedora, observando cómo las hojas de los árboles se mecía con el viento.
"Abuelo, tengo una pregunta que no me deja en paz. ¿Qué son exactamente los derechos de las personas?"- preguntó Juan con un brillo de curiosidad en sus ojos.
"Ah, querido Juan, los derechos son esas libertades básicas que todos tenemos; son nuestras, por el simple hecho de ser humanos. Por ejemplo, tener el derecho a hablar libremente o a ser tratados con respeto."- explicó Don Manuel, acariciando su barba canosa.
Juan asintió, intentando procesar toda esa información. Pero había algo más en su mente.
"¿Y los deberes?"- insistió.
"Los deberes son las responsabilidades que tenemos para con los demás y con la comunidad. Es como una balanza que se equilibra entre lo que tenemos derecho a recibir y lo que debemos dar."- respondió el abuelo.
Intrigado, Juan le pidió a su abuelo que le diera ejemplos de cómo aplicar esos conceptos en su vida diaria. Don Manuel sonrió y propuso un juego.
"Vamos a dar un paseo por la aldea y observar las situaciones cotidianas. Te iré señalando los derechos y deberes que vemos en acción."-
Juan aceptó con entusiasmo, así que juntos caminaron hacia el centro del pueblo. Al llegar, vieron a doña Rosa, la dulcera del pueblo, que estaba permitiendo a los niños probar un poco de dulce de leche.
"¿Ves, Juan? Doña Rosa ejerce su derecho a compartir y, al mismo tiempo, está cumpliendo con su deber de ser generosa con los demás. Además, los niños también tienen el derecho a disfrutar de esa dulzura."- dijo Don Manuel con una sonrisa.
Juan asintió, emocionado por el descubrimiento. Pero entonces, notó a un grupo de chicos jugando al fútbol, y se sintió preocupado al ver que uno de ellos, Tomás, estaba sentado solo.
"Abuelo, ¿y él? No parece estar disfrutando del juego."- observó Juan.
Don Manuel lo miró, orgulloso de su sensibilidad.
"Tienes razón, Juan. Aquí es donde entra nuestro deber. Todos deben esforzarse por incluir a Tomás. Él tiene derecho a jugar y ser parte de la diversión."-
Alentado por su abuelo, Juan se acercó a Tomás y le dijo:
"¡Hola, Tomás! ¿Querés jugar con nosotros?"-
Tomás levantó la mirada y, sorprendido, asintió con una sonrisa.
"¡Sí, claro!"- respondió.
Los demás chicos, al ver a Tomás sonriendo, también lo invitaron a jugar. La tarde empezó a llenarse de risas y diversión, y Juan sintió que había hecho una buena acción.
Satisfecho con su pequeña hazaña, Juan volvió al lado de su abuelo.
"¡Abuelo! Creo que entendí. Los derechos son para todos, pero para que funcionen, debemos recordar siempre nuestros deberes!"- exclamó Juan con entusiasmo.
"Exactamente, Juan. La verdadera sabiduría radica en comprender que todos somos parte de una comunidad, y que debemos cuidar de los demás como cuidamos de nosotros mismos. ¡Esto es lo que hace a una aldea fuerte y unida!"- dijo Don Manuel, llevándolo de regreso a casa.
Así, Juan se fue a dormir esa noche, con el corazón lleno de felicidad y una nueva perspectiva sobre el valor de los derechos y deberes, comprometiéndose a ser un amigo más inclusivo y un miembro responsable de su comunidad. Y desde ese día, siempre recordó que la verdadera fortaleza reside en cuidar y respetar a los demás, porque en el camino de la vida, todos compartimos el mismo destino.
FIN.