Juan y su Aventura Jurásica



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un niño de 10 años llamado Juan. Desde que era muy chiquito, Juan había sentido una fascinación enorme por los dinosaurios. Su habitación estaba llena de libros, juguetes y pósteres de esos enormes seres prehistóricos que una vez recorrieron la Tierra.

Un día, mientras exploraba su desván, Juan encontró una antigua caja de madera. Con curiosidad, decidió abrirla y se encontró con una brújula mágica y un libro titulado "Secretos de la Era de los Dinosaurios". No podía creer lo que veía. "¡Esto es increíble!"- exclamó Juan, con sus ojos brillando de emoción.

Al abrir el libro, comenzó a leer: "Si sigues la brújula hacia el norte, encontrarás un portal que te llevará a la Era de los Dinosaurios". Juan no podía resistir la tentación. Agarró la brújula y decidió seguir las indicaciones del libro.

Después de caminar por el bosque cerca de su casa, finalmente encontró un claro donde la brújula comenzó a girar rápidamente. "¡Estoy a punto de descubrir algo asombroso!"- pensó. Justo en ese momento, un destello de luz lo envolvió y, al abrir los ojos, se dio cuenta de que estaba en un mundo lleno de dinosaurios.

"Esto es increíble, estoy en la Era de los Dinosaurios"- gritó Juan, mirando alrededor con asombro. A su lado había un enorme diplodoco que se alimentaba de hojas frescas. "¡Hola, amigo!"- le dijo Juan, acariciando su enorme costado. "¡Eres gigante!"-

Justo entonces, escuchó un rugido ensordecedor y se dio la vuelta para ver un tiranosaurio rex que caminaba con paso firme. "¡Ay, no!"- gritó Juan, asustado. Pero, en vez de correr, recordó lo que había leído sobre la importancia de mantener la calma alrededor de los dinosaurios.

"Tal vez sólo tenga hambre"- pensó Juan. Entonces, decidió buscar algo de comida. Caminó un poco y encontró un arbusto lleno de frutos rojos. "¡Esto puede funcionar!"- dijo mientras recogía algunos para ofrecer al tiranosaurio. "¡Ojalá le guste!"-

Cuando regresó, vio al tiranosaurio acercándose lentamente. "¡Mira lo que tengo!"- le dijo con voz temblorosa, levantando los frutos. Para su sorpresa, el dinosaurio se detuvo, olfateó la comida y, después de unos segundos, empezó a comer. "¡Funciona!"- gritó Juan, riendo de alivio.

De repente, pudo escuchar que otros dinosaurios se acercaban, atraídos por el olor de los frutos. Juan se sintió maravilloso al ver un grupo de velociraptores, triceratops y estegosaurios. "¡Es como un sueño hecho realidad!"- pensó mientras los observaba jugar y divertirse.

El tiempo pasó volando mientras Juan disfrutaba de la compañía de esos majestuosos seres. Pero de repente, la brújula comenzó a brillar intensamente. Juan supo que era hora de regresar. "¡Chicos!"- gritó, "Me tengo que ir, pero nunca olvidaré esta increíble aventura"-. Todos los dinosaurios se acercaron y, como si pudieran comprenderlo, despedían un dulce rugido.

Con un fuerte zumbido, el portal se abrió de nuevo. Juan dio un último vistazo a sus nuevos amigos y se adentró en el portal, llevándose consigo el recuerdo de un día inolvidable.

Cuando regresó a su habitación, miraba la brújula y el libro con una sonrisa. "Este es solo el comienzo de mi amor por los dinosaurios"- se dijo a sí mismo. Juan entendió que, aunque los dinosaurios ya no existieran, siempre podría aprender sobre ellos y compartir su amor por estas criaturas increíbles con los demás.

Desde ese día, Juan no sólo siguió disfrutando de su pasión por los dinosaurios, sino que también comenzó a escribir sus propias historias sobre ellos, convirtiéndose en un pequeño autor con grandes sueños de un futuro lleno de aventuras y descubrimientos.

FIN.

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