Juan y su perro en la luna



Era una vez un niño llamado Juan, que soñaba con las estrellas. Todas las noches, miraba por la ventana de su habitación, apuntando con su dedo a la luna y preguntándose qué habría allí. Un día, decidió que era hora de hacer su sueño realidad. Pero quería llevar a su fiel compañero, su perro Toby, junto a él.

"Toby, ¿te gustaría viajar a la luna conmigo?" - le preguntó Juan emocionado.

Toby movió la cola y ladró. Aunque no entendía exactamente lo que significaba la luna, sabía que las aventuras con Juan siempre eran geniales.

Después de planear todo, Juan se puso a construir un cohete con cajas, latas y algunas partes viejas de juguetes. Con la ayuda de su mamá y papá, logró armar un cohete que aunque no era muy grande, sí parecía muy divertido.

"¡Listo! Este es nuestro cohete espacial, Toby!" - dijo Juan mientras pintaba estrellas en la parte exterior.

Finalmente, llegó el día del lanzamiento. Juan y Toby se pusieron sus trajes de astronautas, que eran en realidad pijamas con dibujos de planetas, y se metieron en el cohete.

"Cuento hasta tres, ¡y despegamos!" - exclamó Juan.

"Guau!" - ladró Toby, como si entendiese la emoción del momento.

"Tres... dos... uno... ¡Despegue!"

El cohete comenzó a vibrar y a hacer ruidos extraños mientras se elevaba hacia el cielo. Juan sostenía fuertemente a Toby, que aullaba de alegría. Cuando finalmente traspasaron las nubes y llegaron al espacio, los dos se asomaron por la ventanilla, maravillándose con la vista de la Tierra y de las estrellas que brillaban a su alrededor.

"Mirá, Toby, ¡la Tierra parece un globo!" - dijo Juan, asombrado.

Después de un largo viaje, por fin llegaron a la luna. Cuando aterrizaron, Juan y Toby se treparon por la escalerilla del cohete y pusieron un pie en la superficie lunar. La gravedad era diferente y de repente comenzaron a saltar como si fueran canguros.

"¡Mira cómo salto, Toby! ¡Es increíble!" - gritó Juan mientras daba piruetas en el aire.

"Guau, guau!" - ladró Toby, saltando a su lado.

Mientras exploraban, encontraron un extraño pequeño bicho que brillaba como si estuviera hecho de estrellas. Se parecía a un caracol, pero era de color rosa y tenía una sonrisa amplia.

"Hola, soy Luna, el caracol estelar. ¿De dónde vienen?" - preguntó el caracol, su voz sonaba melodiosa.

"¡Hola, Luna! Soy Juan y estoy con mi perro Toby. Venimos de la Tierra" - respondió Juan.

"¡Hola, Toby!"

"Guau!" - ladró Toby, entusiasmado.

Luna les explicó que en la luna había un tesoro muy especial, pero que estaba protegido por un fuerte viento que soplaba en círculos.

"Necesito ayuda para conseguirlo. Si ambos pueden ayudarme a detener el viento, podremos encontrar el tesoro... ¡es un fantástico juego de estrellas!" - propuso Luna.

"¿Un juego de estrellas?" - dijo Juan, con los ojos muy abiertos. "¡Sí, claro! Vamos a ayudar a Luna!"

Luna les enseñó a hacer bailar algunas rocas lunares. Con ingenio y un poco de acción, Juan y Toby lograron formar un barrera que detuvo el viento.

"¡Lo logramos!" - gritó Juan.

"Guau!" - ladró Toby mientras movía su cola.

Detras del viento, encontraron un cofre reluciente lleno de estrellas brillantes y coloridas. Era lo que soñaba Juan.

"Luna, ¿podemos llevarnos algunas estrellas a casa como recuerdo de nuestra aventura?" - preguntó Juan.

"Por supuesto, pero deben usarlas siempre para iluminar el camino de otros" - respondió el caracol.

Juan y Toby prometieron que lo harían.

Al final del día, el sol comenzaba a esconderse, iluminando la luna con tonos dorados. Juan y Toby subieron a su cohete y, con el corazón lleno de recuerdos, comenzaron el viaje de regreso a casa.

"¡Qué aventura, Toby!" - exclamó Juan. "Nunca olvidaré a Luna ni a todas las estrellas!" -

"Guau!" - ladró Toby, como si también estuviera feliz de haber conocido a un nuevo amigo.

Cuando regresaron a la Tierra, Juan decidió que chaque estrella que llevaban sería un recordatorio de la amistad y de ayudar a los demás. Desde ese día, cada noche miraba esas estrellas y sonreía, sabiendo que en algún lugar del espacio había un caracol estelar y un tesoro de luz, todo gracias a una amistad única.

FIN.

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