Juan y una Navidad Fantástica



Era una linda mañana de diciembre en el barrio de Juan. Con el aire fresco y las calles adornadas con luces de colores, todo parecía perfecto. Sin embargo, Juan, un niño de diez años, no estaba nada emocionado por la llegada de la Navidad.

"No quiero hacer el árbol ni decorar la casa, todo es muy aburrido", se quejaba Juan mientras arrojaba un adorno sobre la mesa.

Su madre, Rosa, lo miró con preocupación.

"Pero Juan, la Navidad es un momento especial para compartir con la familia y los amigos. Tal vez deberías intentar disfrutarla más", le sugirió.

Juan se encogió de hombros y salió a la calle. Mientras caminaba, se encontró con su amigo Lucas, quien estaba muy emocionado.

"¡Juan! ¡Mirá las luces que pusieron en la plaza! ¡Vamos a jugar!"

"No tengo ganas", contestó Juan, que se sentía ajeno a la alegría navideña.

En ese momento, Juan vio un destello de luz que provenía de un árbol cercano. Se acercó y vio a un pequeño elfo, con un gorro verde y orejas puntiagudas.

"¡Hola, Juan! Soy Pip, el elfo de la Navidad. He venido a ayudarte a encontrar la alegría de esta época", dijo el elfo con una sonrisa.

"¿Ayudarme? Yo no necesito ayuda, ¡la Navidad es aburrida!", respondió Juan.

"Tal vez si me acompañas a la fábrica de juguetes, cambies de opinión", sugirió Pip.

Intrigado, Juan decidió seguir al elfo. Al instante, se encontró en un mágico taller lleno de juguetes, colores y risas.

"¡Bienvenido! Aquí fabricamos sonrisas", dijo una simpática señora con un delantal rojo, mientras pintaba un tren de madera.

"¿Puedo ayudar?", preguntó Juan, sorprendido.

"Claro, es hora de que sientas la magia de la Navidad".

Juan comenzó a pintar juguetes, a hacer muñecos de trapo y hasta a armar un rompecabezas gigante. Cada juguete que creaba le daba una sensación de calidez y alegría.

"¿Ves, Juan? Crear felicidad para otros es lo mejor de la Navidad", comentó Pip.

"¡Es divertido! Nunca imaginé que hacer juguetes podía ser así", dijo Juan, sonriente.

Después de un rato, el elfo explicó que había algo más importante que solo hacer juguetes.

"La Navidad también trata sobre compartir y dar. ¿Te gustaría ver cómo funciona?", preguntó Pip.

"Sí, ¿qué debemos hacer?"

"Vamos a ayudar en el comedor comunitario", sugirió Pip.

Juan y el elfo llegaron a un lugar donde muchas personas estaban reunidas. Todos estaban ayudando a servir comida y dulces para aquellos que no podían celebrarlo como él.

"¡Hola chicos! ¿Quieren dar una mano a este hermoso trabajo?", preguntó una mujer mayor.

"Por supuesto, ¿qué necesitamos hacer?", respondió Juan, sintiéndose emocionado.

Pasaron la tarde sirviendo platos repletos de comida y compartiendo risas con los asistentes. Juan nunca había sentido tanta felicidad al ver sonrisas en los rostros de aquellos que ayudaban.

"Esto es increíble, Pip. No sabía que ayudar podía ser tan divertido", exclamó Juan.

"Lo ves, la Navidad es más que regalos. Se trata de brindar amor y alegría a los demás", respondió el elfo.

Finalmente, llegó el día de Navidad. Juan se despertó con una energía y entusiasmo que nunca había tenido.

"¡Mamá, estoy listo para celebrar!", gritó mientras corría por la casa.

"¿Y tú qué vas a hacer?", preguntó Rosa con alegría.

"¡Voy a ayudar a decorar y preparar todo para la cena!"

Esa noche, Juan decoró el árbol con luces y adornos que él mismo había hecho en la fábrica de juguetes. Luego, mientras cenaban, compartió con su familia todo lo que había aprendido con Pip.

"La Navidad es especial porque podemos hacer felices a los demás", dijo Juan, iluminando la mesa con su sonrisa.

Después de la cena, cuando todos estaban disfrutando de la música y los juegos, Juan se sintió el niño más afortunado del mundo.

"Gracias, Pip. No sé dónde estás, pero siempre recordaré esta Navidad fantástica", murmuró con alegría mientras se recostaba.

Y así, Juan nunca volvió a decir que la Navidad era aburrida, porque había descubierto que la verdadera magia de la Navidad está en compartir con los demás y hacerlos sonreír.

FIN.

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