Juana y El Jardín de Sueños
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Juana. Juana era conocida por su curiosidad y su gran imaginación. Su pasatiempo favorito era explorar el viejo jardín de su abuela, un lugar lleno de flores de colores vibrantes, árboles frutales y rincones misteriosos, que parecía que guardaban secretos mágicos.
Un día, mientras Juana jugaba a buscar tesoros, descubrió una puerta pequeña y desgastada al fondo del jardín. La puerta estaba cubierta de enredaderas y flores silvestres. Juana, intrigada, se acercó.
"¿Qué habrá detrás de esta puerta?" - se preguntó.
Sin dudarlo, empujó la puerta y entró. Para su sorpresa, se encontró en un mundo lleno de criaturas fantásticas, donde los colores eran más vivos y los sonidos eran melodías alegres. Allí conoció a un pequeño duende llamado Lino.
"¡Bienvenida!" - exclamó Lino, con una sonrisa chispeante. "Estaba esperando a alguien con un corazón curioso como el tuyo."
Juana se emocionó y preguntó:
"¿Qué haces aquí? ¿Puedo quedarme?"
"Este es el Jardín de Sueños, donde las ideas se hacen realidad. Pero hay un pequeño problema: un intruso rompió nuestros sueños y dispersó las flores mágicas que nos dan poder. Necesitamos tu ayuda para repararlo."
Juana, llena de entusiasmo, aceptó la misión. Junto a Lino, comenzó a recorrer el jardín, donde cada flor rota representaba un sueño perdido. Con cada paso, se encontró con diferentes personajes: una mariposa de colores que se había olvidado de volar, un caracol que no podía soñar y un pez que no podía saltar.
"¿Cómo puedo ayudar?" - les preguntó Juana.
"Necesitamos recordar nuestros sueños" - respondió la mariposa. "Cuando lo hagamos, nuestras alas volverán a brillar."
Juana se acomodó en el suelo y comenzó a preguntarles sobre sus sueños. La mariposa recordó cómo solía bailar en el aire, el caracol anhelaba una casa más grande y el pez quería explorar más allá del estanque. Juana los animó a intentarlo de nuevo.
"¡Vamos! ¡Pueden hacerlo!" - rosa la mano con confianza.
Así, uno a uno, los amigos empezaron a intentar cumplir sus deseos: la mariposa danzó, el caracol se movió con fuerza y el pez saltó con determinación. Y poco a poco, las flores comenzaron a florecer nuevamente.
"¡Lo logramos!" - gritó Lino. "Pero aún queda mucho por hacer."
Juana se dio cuenta de que el verdadero poder del Jardín de Sueños no estaba solo en las flores, sino en la fe que cada uno tenía en sí mismo. Juntos, comenzaron a crear nuevas flores, mezclando colores y formas, cada una representando nuevos sueños.
Sin embargo, mientras trabajaban, el intruso que había causado el problema apareció. Era un ave sombría que devoraba los sueños. Juana y sus amigos se dieron cuenta de que debían unir sus fuerzas.
"¡No podemos dejar que se lleve nuestros sueños!" - gritó Juana.
Todos juntos, crearon una densa nube de colores brillante. Cuando el ave sombría se acercó para picar, se deslumbró y no pudo resistirse a la luz.
"¡Espera! ¡No debes romper nuestros sueños!" - le dijo Juana. "Todos tenemos derecho a soñar."
El ave, sorprendida por el valor de Juana, se detuvo y poco a poco comprendió. Al mirarlos, descubrió que incluso los sueños más pequeños podían ser mágicos. Así que decidió cambiar de rumbo, a llamarse así misma Guardiana de los Sueños y proteger el jardín en lugar de dañarlo.
Juana, Lino y sus amigos celebraron con alegría. Desde entonces, el Jardín de Sueños floreció más que nunca. Cada niño del pueblo podía visitarlo y expresar sus sueños. Juana aprendió que ayudar a otros a soñar era un regalo muy especial y que la valentía y la amistad podían superar cualquier obstáculo.
"Siempre habrá un sueño que cumplir, solo hay que buscarlo y, sobre todo, creer en uno mismo" - dijo Juana con una sonrisa.
Y así, los días pasaron en el jardín mágico. Juana se transformó en la guardiana de los sueños, llevando a sus amigos de viaje a nuevas aventuras, y recordando a todos que nunca dejaran de soñar, porque con imaginación y trabajo en equipo, todo era posible.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.