Juana y la Magia de Ser Única



En un pequeño pueblo llamado Colibrí, donde todos los días lucían iguales y los niños jugaban juntos en la plaza, había una niña llamada Juana. Juana tenía una particularidad: su cabeza siempre estaba llena de ideas y sueños que la hacían sentir un poco diferente a los demás.

Un día, mientras sus amigos jugaban a la pelota, Juana se sentó bajo un árbol y empezó a dibujar. La hoja de papel se llenó de coloridos monstruos amigables que soñaban con volar.

"¿Por qué siempre dibujás esas cosas raras, Juana?" - le preguntó Mateo, el chico que siempre lideraba los juegos.

"Porque son mis amigos. Ellos me entienden y me llevan a lugares que no puedo alcanzar."

Los otros niños se miraron entre sí y se rieron.

"Los monstruos no existen, Juana. Vení a jugar con nosotros." - le insistió Cami, una de sus amigas.

Juana se sintió un poco triste, pero decidió que seguiría dibujando.

Pasaron los días y la distancia entre Juana y sus amigos comenzó a crecer. Aunque ella se sentía bien imaginando sus historias, no podía evitar extrañar los juegos en grupo. Una tarde, mientras ella paseaba por el bosque cercano, escuchó un estruendo.

"¡Ayuda!" - gritó una voz.

Juana corrió hacia el sonido y se encontró con un pequeño monstruo verde atrapado entre unas ramas.

"¡Socorro!" - decía el monstruo. "Me llamo Tico y me de la vierta con esos amigos de ustedes. No puedo volar. ¡Por favor, ayúdame!"

Juana se arrodilló y comenzó a liberar al pequeño monstruo con mucho cuidado.

"¡Gracias!" - exclamó Tico una vez libre. "Siempre quise experimentar lo que se siente ser parte de un grupo, pero en mi mundo nadie juega... todos están demasiado ocupados".

Juana sonrió y le dijo: "Podés venir a mi mundo entonces. Te enseñaré a volar, aunque sea en sueños."

Con el tiempo, Juana se volvió amiga de Tico. Juntos exploraban nuevas ideas y creaban increíbles aventuras. Juana lo llevaba a su casa y le mostraba a su familia los dibujos que hacía, Tico siempre la ayudaba a agregar más color y fantasía.

Un día, mientras Juana y Tico dibujaban en la plaza, sus amigos se acercaron intrigados por los colores vibrantes.

"¿Qué está pasando acá?" - dijo Mateo, curioso por ver qué hacía Juana.

Cuando vieron las creaciones de Juana con Tico, sus ojos brillaron de asombro.

"¿Puedo probar?" - preguntó Cami, extendiendo una mano hacia el dibujo.

Juana, emocionada, le entregó un lápiz.

"Claro, Tico te puede ayudar. ¡Es todo un maestro!"

Y así fue como Tico les mostró a todos cómo dibujar sus propios monstruos. Cada uno de ellos empezó a crear su propia historia y, poco a poco, la plaza se llenó de risas y colores.

Los amigos de Juana descubrieron que las diferencias no hacían a nadie menos —"normal" , sino que le daban magia a sus vidas. Todos se unieron para crear un gran mural que resumía todos sus sueños y aventuras juntos.

Al final del día, uno de los niños le dijo a Juana:

"Gracias por ser tan diferente. Nos enseñaste algo que no sabíamos en el patio de juegos".

Juana se llenó de alegría al escuchar esas palabras.

"Ser diferente es lo que nos hace únicos. Todos podemos volar en nuestras cabezas, solo necesitamos dejar volar nuestra imaginación".

A partir de ese día, Juana no solo se sintió parte de la pandilla, sino que también aprendió a abrazar su diferencia. En el pueblo de Colibrí, todos se dieron cuenta de que cada uno tenía su propia magia y que las diferencias podrían llevarlos a sorpresas maravillosas.

Y así, Juana nunca volvió a sentirse sola: su mundo de colores y sueños había tomado vida, y sus amigos, ahora eran parte de esa magia que tanto adoraba.

FIN.

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