Juancho y la Aventura Digital



Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires, y Juancho, un niño de cinco años, estaba muy emocionado. Hoy era su primer día en el preescolar. Juancho tenía una gran sonrisa y una mochila llena de colores, pero había algo que lo preocupaba: nunca había usado una computadora. Sus amigos le habían hablado sobre lo divertido que era jugar y aprender con ellas, pero él nunca había tenido la oportunidad.

Al llegar al aula, Juancho fue recibido por su maestra, la seño Marta.

"¡Bienvenidos al preescolar, chicos! Vamos a aprender muchas cosas nuevas esta semana, incluso a usar la computadora", dijo la seño Marta con entusiasmo.

Los compañeros de Juancho, que ya sabían cómo usar el ratón, comenzaron a reírse cuando vieron que él se veía confundido al acercarse a la máquina.

"Mirá a Juancho, no sabe usar el ratón", se burló Tomás, un niño rubio que siempre había sido el más rápido en aprender.

"¿Por qué no lo intentás, Juancho? No es tan difícil", agregó Sofía, una niña de ojos brillantes que también sabía usar la computadora.

Juancho se sintió un poco triste, pero decidió que no dejaría que eso lo detuviera. Al terminar la burla, Juancho acercó su silla a la computadora y comenzó a observar cómo Tomás movía el ratón con destreza.

Pasaron los días y Juancho seguía practicando. Cada vez que podía, se sentaba frente a la computadora en su casa con la ayuda de su mamá, que le mostraba cómo hacer clic y arrastrar. Aprendió a abrir juegos educativos, a dibujar y a escribir su nombre. A pesar de que a veces se frustraba, Juancho tenía ganas de aprender.

Un día, la seño Marta les anunció a los niños:

"Tendremos un concurso de juegos digitales esta semana. El que obtenga la mayor puntuación en un juego educativo ganará un premio especial".

Juancho se sintió nervioso.

"No creo que pueda ganar, no sé jugar bien", le murmuró a su mejor amigo, Lucas.

"Pero has estado practicando, Juancho. ¡Sigue intentándolo!", lo animó Lucas.

Esa noche, Juancho decidió quedarse un poco más despierto, decidido a practicar. Se concentró mucho en el juego y, al final, logró superar su propia puntuación. Al día siguiente, llegó al preescolar con una gran sonrisa.

El día del concurso llegó, y todos los niños estaban emocionados. Cuando fue el turno de Juancho, él estaba un poco nervioso, pero se acordó de todo lo que había practicado. Al empezar el juego, sintió que cada movimiento del ratón era más fácil. Al final de la ronda, la maestra lo miró con sorpresa.

"¡Juancho, has conseguido el mayor puntaje! ¡Felicidades!".

Los otros niños miraron asombrados. Tomás se le acercó.

"¡No puedo creerlo, Juancho! ¡Eso fue increíble! ¡Nunca pensé que lo lograrías!".

"Gracias, Tomás. Solo tuve que practicar mucho y no rendirme", respondió Juancho, sonriendo con orgullo.

La seño Marta le dio a Juancho un hermoso trofeo brillante. Todos sus compañeros aplaudieron. Juancho no solo había aprendido a usar la computadora, sino que también demostró que con esfuerzo y perseverancia, se pueden lograr cosas que parecen difíciles.

Desde ese día, Juancho se convirtió en un gran amigo de Tomás y Sofía, y juntos comenzaron a explorar más juegos educativos. Aprendieron que cada uno tenía habilidades diferentes y que todos podían colaborar y seguir creciendo.

Y así, Juancho, que al principio se sentía fuera de lugar, se convirtió en el héroe de su aula, inspirado y motivado por el traspaso de la ignorancia a la sabiduría digital. Ahora, cada vez que alguien se reía de un niño que no sabía algo, él siempre decía:

"No importa lo que no sepas, lo que cuenta es que intentes aprenderlo".

Y así, la aventura digital de Juancho continuó, llena de risas, amigos y nuevos descubrimientos.

FIN.

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