Juanita y el Reloj Mágico



Había una vez en un pequeño pueblo, vivía una niña llamada Juanita. A pesar de tener solo diez años, era maestra de un grupo de niños en la escuela de su comunidad. Todos los días, Juanita estaba entusiasmada por enseñar, pero había un pequeño problema: siempre llegaba tarde.

Una mañana, mientras se preparaba para ir a la escuela, su madre le dijo:

"Juanita, ¿no crees que ya es hora de que salgas? ¡Los niños te están esperando!"

"¡Sí, mamá! Pero no puedo evitarlo. Siempre me distraigo con algo en el camino."

Y efectivamente, cada día, Juanita se encontraba con algo que la hacía tardar. Un día era una mariposa volando, al siguiente un gato atrapado en un árbol. La situación preocupaba a ella y a su maestra, Doña Clara.

Un martes por la mañana, luego de una larga noche de lluvia, Juanita vio a una tortuga atorada en un charco.

"¡Oh no! Tengo que ayudarla!" dijo Juanita mientras sacaba la tortuga con mucho cuidado.

Después de unas cuantas maniobras, logró liberar a la tortuga, pero en el proceso, llegó muy tarde a la escuela. Al entrar al aula, vio a sus alumnos ansiosos:

"¡Juanita! ¡Llegaste tarde otra vez!" gritaron los niños a coro.

"Lo siento, chicos. Pero la tortuga necesitaba mi ayuda", contestó Juanita con una sonrisa.

Esa tarde, después de la clase, Doña Clara se sentó con Juanita en un rincón del aula y le dijo:

"Juanita, sabes que me encanta que seas tan amable y estés siempre dispuesta a ayudar, pero necesitas encontrar un equilibrio. Tienes una responsabilidad con tus alumnos también."

"Lo sé, Doña Clara, pero no puedo dejar a nadie en problemas."

"Entiendo, pero ¿y si tuvieras un amigo que te ayude a no distraerte?" propuso Doña Clara.

Intrigada, Juanita decidió pensar en ello durante toda la noche. Al día siguiente, decidió visitar a su amiga Sofía, que vivía cerca del bosque.

"¡Sofía! ¿Quisieras ser mi amiga de tiempos? Cada vez que veamos algo que nos distraiga, tú me recordarás que debo ir con cuidado", le dijo Juanita con energía.

"¡Claro, eso suena divertido!" respondió Sofía sonriente.

Juntas, establecieron algunas reglas divertidas. Si veían algo fascinante, Sofía tenía que pararse frente a Juanita y plantear un reto: ¿un reloj mágico de tres minutos para mirar? Si Juanita todavía quería observar después de los tres minutos, podían quedase un poco más, pero si no, debían seguir su camino.

Desde ese día, Juanita y Sofía se volvieron las mejores amigas. Cada mañana, iban juntas a la escuela, pero esta vez Daniel, un pequeño amigo del aula, también se sumó a su estrategia.

"¡Esta es una buena idea!" exclamó Daniel. "Así, todos podemos ayudar a Juanita a no llegar tarde."

Los días pasaron y Juanita no solo mantuvo su promesa de no llegar tarde sino que también aprendió a apurar su paso. Sin embargo, hubo un nuevo giro: un día, mientras cruzaban el parque, vieron a un perro atrapado en una malla.

"¡Debemos ayudarlo!", dijo Juanita.

Sofía y Daniel, al ver lo decidido que estaba Juanita, protestaron:

"¡Pero llegarás tarde!"

"No puedo dejar al pobre perro así, ¡vayamos!" insistió.

Decidieron ayudar al perro rápido, y después de unos minutos de trabajo en equipo, pudieron liberarlo. Sin embargo, cuando miraron el reloj se dieron cuenta que ya era muy tarde para llegar a clase.

"Chicos, tenemos que correr. Este es un día especial. Es el concurso de talentos y no quiero que mis alumnos se sientan decepcionados si no llego a tiempo."

Así que con todas sus fuerzas, corrieron hacia la escuela. Al llegar, la maestra y todos los niños los esperaban. Juanita, emocionada, entró al aula y sonrió.

"¡Lo siento mucho por llegar tarde, pero tenemos un perro rescatado que podría hacer parte de la clase de arte!"

Los niños comenzaron a reír y aplaudir ante su entusiasmo. Doña Clara sonrió satisfecha al ver esa energía.

"Juanita, con un poco de planificación y trabajo en equipo, estás demostrando que puedes hacerlo. Estoy orgullosa de ti."

Desde entonces, aunque Juanita seguía siendo la niña que nunca llegaba exactamente a tiempo, sus amigos siempre le hicieron recordar la importancia de ayudar a los demás pero también de ser responsables.

Y así, Juanita se convirtió en la mejor maestra de su pueblo, siempre lista para enseñar y ayudar, pero nunca más dejando que su dulzura le hiciera perder el tiempo. ¡Incluso aprendió a usar un reloj mágico que la hizo ser responsable con sus tiempos y aún así no abandonó su corazón de oro!

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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