Juanita y los 5 cubos de oro
Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Juanita. Era muy curiosa y siempre estaba explorando su entorno. Un día, mientras jugaba cerca del río, notó algo brillante entre las piedras.
- ¡Mirá eso! - exclamó Juanita, corriendo hacia el destello. Al acercarse, vio que eran cinco cubos de oro, pulidos y resplandecientes bajo la luz del sol.
- ¡Papá, mamá! - gritó emocionada al regresar a su casa. - Encontré algo increíble en el río.
Los papás de Juanita, al escuchar su alboroto, se acercaron intrigados.
- ¿Qué encuentras, querida? - preguntó su mamá, con una sonrisa.
Al mostrárselos, sus padres se quedaron boquiabiertos.
- Son cubos de oro, Juanita. Esto es... ¡asombroso! - dijo su papá, pensando en todas las cosas que se podían hacer con tanto oro.
Pero Juanita, sabia para su edad, recordó la reciente sequía que estaba afectando a su pueblo. La gente estaba sufriendo. Entonces se le ocurrió una idea brillante.
- ¿Y si usamos el oro para ayudar a las personas? - mencionó Juanita.
- ¿Ayudar a las personas? ¿Pero cómo? - preguntó su mamá, curiosa.
- Podríamos construir un sistema de riego para los cultivos y así ayudar a que la gente tenga comida - explicó Juanita, llena de entusiasmo.
Así fue como Juanita y sus padres planearon el uso del oro. Hablando con los vecinos, comenzaron a organizarse para crear una comunidad mejor. Pero no todo fue fácil. Algunos vecinos eran escépticos.
- ¿Por qué deberíamos confiar en una niña? - murmuró Don Carlos, el agricultor más viejo del pueblo.
- Porque el oro puede ser el principio de un cambio - respondió Juanita con determinación. - Ayudarnos a todos.
Con el apoyo de sus padres y algunos amigos, Juanita convenció a los vecinos de darle una oportunidad. Usaron el primer cubo de oro para construir un canal de riego.
Días y días pasaron, y pronto el canal que Juanita había imaginado comenzó a tomar forma. Cuando lo inauguraron, todo el pueblo se reunió para verlo. Todo parecía ir bien hasta que ocurrió un giro inesperado.
- ¡Una tormenta se aproxima! - anunció el alcalde, alarmado, mientras cada vez más nubes oscuras cubrían el cielo.
- ¡No podemos permitir que la tormenta destruya el canal! - gritó Juanita, a punto de llorar.
- ¡Vamos, ayúdennos! - pidió su papá, contagiando a todos con su valentía.
Con el esfuerzo de todos, juntaron ramas y troncos para proteger la obra. La tormenta llegó con fuerza, pero al día siguiente, el sol brilló y el canal permanecía en pie, firme.
-Soy parte de esto - pensó Juanita, sintiéndose orgullosa.
Con el tiempo, los cultivos empezaron a prosperar y el hambre comenzó a desaparecer. Los vecinos agradecieron a Juanita, quien, sin embargo, siempre decía:
- No lo hice sola. ¡Lo hicimos todos! - les recordaba.
A medida que los días pasaban, Juanita usó cada cubo de oro para mejorar más cosas en su pueblo, desde la construcción de una escuela hasta un pequeño centro de salud.
Finalmente, llegó el día en que el último cubo de oro fue utilizado.
- Ahora somos fuertes juntos, y eso no costaba nada - dijo Juanita mientras miraba a su alrededor a un pueblo unificado.
En ese momento, se dio cuenta de que a veces, lo que más brilla no es el oro, sino el amor y el trabajo en equipo.
- ¿Y si encontramos más tesoros? - preguntó un niño del pueblo, riéndose.
- ¡Los tesoros más grandes están dentro de nosotros, en nuestra bondad y solidaridad! - respondió Juanita sonriendo.
Y así fue como Juanita, la niña que encontró cinco cubos de oro, no solo salvó a su pueblo, sino que también enseñó a todos que la verdadera riqueza está en el corazón.
Desde ese día, nunca más la gente del pueblo olvidó la importancia de ayudar a los demás. Juanita se convirtió en un ejemplo a seguir, y siempre era recordada como la niña que convirtió el oro en amor y unidad.
FIN.